Me llamó la atención él, por su forma de mirarla, como si no fuese una desconocida que veía por vez primera, pero así era. Él había subido en la misma estación que yo y estaba solo. Recién en la siguiente parada, ella entró al autobús y no se percató de su presencia, pese a que se sentó junto a él. Después, sacó de la mochila un dossier de ilustraciones. Él, como ya dije, la miraba, como si evocase un centenar de momentos compartidos: el otoño en que la lluvia los llevó a refugiarse en el mismo lugar, la excusa para hablarle, un número de teléfono, los días de dudas, la timidez de él para invitarla a salir, los silencios de ella para retrasar la cita, el recital en el que coincidieron, el beso, los besos, las confesiones, los descubrimientos, cenas de dos, reuniones, compromisos, el compromiso, hijos y deseos de seguir soñando. ¿Y si únicamente le recordase a un antiguo amor? O quizá, sin aguzar tanto la memoria, ella era la silueta vacía de sus anhelos, de esa ilusión latente que lo mantuvo despierto, de un desenlace feliz que ya había vivido durante cada noche de insomnio.
Yo no tenía pensado tomar un autobús, ella tampoco. Afuera había dejado de llover. Le pregunté si las ilustraciones eran suyas.
sábado, 30 de mayo de 2009
Amor antes, durante y después de la lluvia.
por Rafael R. Valcárcel
Publicado por María Carballo en 16:08 32 comentarios
jueves, 21 de mayo de 2009
Satyagraha: El Abrazo de la Verdad.
“Esta es la historia de dos almas que llegan al mismo lugar y en el mismo instante se cruzan en el no-tiempo. Y se miran profundamente. Cada alma con su destino, dos vidas diferentes. Ella busca consuelo en la sabiduría del legendario renunciante, una Verdad tan antigua como las montañas, tan sutil como la brisa matutina, tan penetrante como el fuego y tan profunda como las aguas primordiales.”
Ahmadabad, India. Marzo, 1981
Todo le generaba una mezcla de asombro y sentido de desorientación. Quería ser una más, pasar desapercibida, perderse en la multitud. India le iba machacando los sentidos poco a poco. Autos, motos, carritos, bicicletas, vacas, gente en todas las direcciones. Brazos, dientes, manos ausentes. Pies descalzos. Basura. Lluvia de escupitajos marrones. Sentía que todos la miraban, la seguían. ¿Quizás la reconocían? Imposible. Imágenes impactantes, el ruido permanente de las bocinas, los olores, la sensación de ser perseguida. Tanto alboroto y tanto silencio. India le iba entrando poco a poco, a medida que continuaba caminando, seguía invadiéndola. Todo lo que le habían contado, todo lo que ella había imaginado, la magia, el misterio, los maharajás, sadhus y mendigos, los encantadores de serpientes y las vacas sagradas… y al final, solo una sensación inexplicable. Probablemente solo era miedo escénico.No había violencia física. No existía ese peligro que ella tan bien percibía en otros lugares del mundo. Podría respirar la no violencia, el respeto y la aceptación. Se sentía como si hubieran recortado su imagen y pegado en un fondo absolutamente diferente. Todo era tan ajeno, tan verdadero, aunque no lo comprendía del todo, se sentía más libre.
-Es imposible visitar la India en una campana de vacío. Aunque sea inevitable estremecerse frente al Taj Majhal, y recordar la belleza natural que acompañó cada lugar recorrido, el gran encanto de India no esta en su geografía ni en sus monumentos… alcanza simplemente con vivirla, caminar por la calle y mezclarse con su gente-. Le había aconsejado Alisson, su ex compañera de West Heath, el internado femenino en el condado de Kent, y cómplice en esta fuga prenupcial.
En ese ruidoso tramo de Ahmedabad podía ver un camello, bicicletas, un rebaño de cabras, el último modelo de Mercedes, un elefante y motonetas. Los contrastes eran tan fuertes. La India asaltaba todos sus sentidos.
-¿Cómo había llegado aquí? ¿Qué estaba buscando? -. Ya no lo recordaba, en medio de ese torbellino interior y exterior, solo podía llorar…
-Ve a Satyagraha Ashram-. Susurró un anciano a su oído, apenas rozándola con el lienzo blanco que envolvía su rostro. Ella se sobresaltó. Miró a su alrededor, el anciano había desaparecido entre la multitud.
-Ve a Satyagraha Ashram-. Sintió nuevamente la misteriosa voz resonar en su interior.
Siguiendo un impulso verbal, saltó dentro de un auto richsaw y simplemente dijo – Satyagraha Ashram - al subir.-Ah, Satyagraha, Ghandji ka Ashram, ochenta rupias-. Respondió el chofer con una sonrisa, arrancando la moto a toda velocidad, sin siquiera darle tiempo a regatear el precio, ritual sagrado en la India.
Ella se acomodó en el asiento doble detrás de la moto, cerró los ojos y se relajó. El chofer había pronunciado la palabra mágica que abrió la puerta del recuerdo. Ghandiji. Ahora sabía que la había llevado a huir a la India. La búsqueda de la Verdad. O al menos un indicio, la punta de un cabo al que pudiera aferrarse como línea de vida. Allison, su amiga del alma, su anam cara como se llamaban mutuamente honrando sus orígenes celtas, ahora vivía en la India, y en su última visita a Londres le había regalado una versión de bolsillo de “Reflexiones sobre la Verdad” de Ghandi. Ese pequeño libro había taladrado su corazón. Subrayó y memorizó sus frases preferidas, las que repetía como un mantram, una y otra vez. “El ojo por ojo terminrá haciendo que el mundo entero se quede ciego…” “Dios no se encuentra en el cielo ni en el infierno, sino en cada uno de nosotros. En consecuencia podré algún día ver a Dios si me consagró al servicio de la humanidad.” “…pero yo no venero a Dios mas que bajo su aspecto de Verdad…”, “…la Verdad es la voz interna que nos habla.”
¿Y que pasaba con Charlie? ¿Había olvidado a su antiguo amor? – Cuando una mujer se queda con tu pareja, no hay mejor revancha que dejar que se quede con él-. Le había imputado, sarcásticamente, la elegante señora a la salida de la Iglesia de Norfork al finalizar los servicios religiosos de la última Navidad. –La mujer es como la champaña- se escuchó reaccionar ácidamente, -algunas están sin catar, otras catadas y otras Re-catadas-, aludiendo a la fama de libertina que había tenido la entonces señoritaShand en su juventud. Era difícil competir con ella. Y no sólo porque la relación entre ellos era de larga data, sino porque los vínculos entre las familias de ambos venían de antaño. De hecho, la bisabuela de su rival había sido amante del tatarabuelo de Charlie. Decían que una de las primeras frases que Mrs. Shand le dirigió a Charlie cuando se conocieron en un partido de polo, fue: - Mi bisabuela y tu tatarabuelo fueron amantes, ¿Qué te parece?-.
-Ghandiji ka Ashram, ochenta rupias – La voz del chofer del richsaw penetró la densa nube de polución mental que la rodeaba e interrumpió su histérico parloteo interior.Después de varios kilómetros de saltos, curvas, contra curvas, frenadas bruscas y una espera de media hora en un cruce de ferrocarril, finalmente habían llegado al Satyagraha Ashram. El chofer se ofreció a esperarla y llevarla de vuelta por la módica suma de ciento veinte rupias. Aceptó. No tenía alternativa. Ya era de noche y sus posibilidades de encontrar transporte de vuelta, remotas.
El silencio del lugar le dio un cálido abrazo, la tomó de la mano y al invitó a bajar.
El ashram estaba en penumbras, al cruzar el portón de entrada se acercó a una ventana pequeña, de donde colgaba una luz amarillenta y se podía escuchar la música chillona proveniente de una antigua radio. Al oír sus pasos, una anciana asomó su blanca cabellera entre un mugriento mosquitero y le dijo- apúrese, el show de luces y sombras esta por comenzar-, y sin darle tiempo a contestar le dio una entrada y un folleto y agregó- cinco rupias, usted es la única-.
Un perro flaco, que parecía un esqueleto andante, la guió hasta un pabellón un poco más iluminado desde dónde podía escucharse la música de bhajans devocionales. Este pabellón, según el folleto que le habían entregado en la entrada había sido la casa de Ghandi. En un espacio que podía haber acomodad fácilmente a 300 personas había una docena de sillas plegadizas acomodadas frente a una pequeña pantalla.
Lo que siguió fueron cincuenta minutos eternos, donde una combinación de canciones devocionales destinadas a evocar los encuentros de oración convocados por Ghandi y algunos episodios de su vida proyectados en la pantalla, eran intercalados con interludios de silencio y oscuridad. La parte de luz del show fue mínima, diferentes secciones del ashram se prendían y se apagaban sin razón aparente, finalizando con el sonido de Pandit VD Paluskar cantando “Raghupati Raghava Rajaram”, el bhajan favorito de Ghandi.
El espectral perro que había permanecido junto a ella durante toda la función se paró, y meneando su raída cola, se puso en marcha. Ella lo siguió como una autómata, confusa.La total ausencia de visitas en el ashram, sus tinieblas, sus paredes húmedas y descascaradas la hacían sentir que en esta India moderna, ya no había lugar para los despojados ideales de Ghandi.
-Viajar al pasado es muy fácil en este lugar. Basta con dejarme llevar, con deslizarme por la falla temporal que se abre ante mi en cada rincón…-. Pensó nostálgica, tratando de sentir el fervor de Ghandi iniciando desde este ashram la gran Marcha de la Sal.
Siguiendo al perro, caminó hacia la orilla del río. Los mosquitos ya no practicaban ahimsa, la no violencia, en el ashram y su zumbido era lo único que rompía el silencio sobrecogedor. Le venían a la memoria las historias de su padre, el octavo Conde Althorp, sobre la India Imperial con los Lanceros de Bengala, los extravagantes maharajás que habían sustituido al elefante por el Rolls-Royce, y a la caza del tigre por partidos de polo. Las fotos de los administradores ingleses vistiendo traje de etiqueta en viajes por la selva. Todo esto en un país donde cientos de miles se morían de hambre, lepra, malaria y tuberculosis… podía sentir las palabras de Ghandi, en el documental que acababa de ver:-Mi obra estará completa si tengo éxito en llevarle la convicción a la familia humana, de que cada hombre y mujer, por más frágil que sea su cuerpo, es el custodio de su auto respeto y su libertad… hay mas hambre en el mundo por amor y por ser apreciado, que por pan…
-Estaba tan confundida… - ¿Qué debía hacer?-
Su corazón se acalambró, ahogada en llanto, se desplomo en el piso en posición fetal.
-Mi consejo es: satyagraha al principio, satyagraha al final-. Una voz pausada la sobresaltó. Un sadhu se había sentado junto a ella entre la bruma a la orilla del río. El anciano sabio solo vestía un taparrabos, de su rostro, velado por un percudido lienzo blanco que lo cubría hasta el pecho, emanaba un reconfortante destello de paz permanente.- No existe mejor camino para alcanzar la libertad.-
-¿Quién sos?-. Preguntó perturbada. O quizás había dicho… -¿Quién soy?-
-La belleza de satyagraha es que viene hacia ti, no hace falta que salgas en su búsqueda-.
-¿Qué debo hacer?-. Preguntó, como si el anciano conociera su dilema.
-Satyagraha quiere decir, haz lo que debas a pesar de todo lo que debas soportar en tu acción. Sigue tu Verdad, se fiel a tu voz interior. Aunque el cielo este cubierto de nubes amenazantes, si debes embarcarte en la Nave Real, hazlo. Debes dar un gran salto, no un paso vacilante, tomar el timón con firmeza y comenzar a navegar por el río de la vida con plenitud.-
-Pero… ¿Qué pasó con Ghandi? Su lugar parece olvidado-. Dijo ella contemplando el entorno con tristeza.
-El éxito y el fracaso son relativos-. Prosiguió el anciano en su claro y pausado inglés.- El elogio y la crítica tienen una raíz común, el ego, si dependes de ellos te tornas vulnerable. Tienes que desarrollar una permeabilidad a las filias y a las fobias. Ser completamente vulnerable a lo trascendente y totalmente impermeable a lo intrascendente, a los halagos y a los juicios ajenos.Este lugar no fue olvidado. El mensaje que se difundió desde este ashram no era nuevo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las montañas. Acá solo se las experimento en la mayor escala posible. Y esta enseñanza sigue viva en el corazón de todos los buscadores de la Verdad, en el espíritu de todos aquellos seres libres que hacen de su vida un acto sagrado-.
-Pero, yo soy libre, siento que me ataron a una decisión-. Dijo ella secándose las lágrimas.
-Los oprimidos y los opresores solo existen en nuestro interior, somos nuestro propio carcelero. Eres el custodio de tu auto respeto y libertad. Abre las alas y libera tu libertad. Nunca olvides que solo estas jugando, bailando la danza de Shiva. Jugar es hilvanar en la rueca de nuestra vida cada instante que vivimos. Satyagraha nos enseña el arte de vivir, así como el de morir-.
-Temo a la muerte…- un escalofrío reptó por su espalda, una gélida premonición sacudió su joven corazón.
-Milady, no tienes miedo a morir, tienes miedo a no haber vivido, a no haber considerado el más alto propósito de tu vida, a no haber intentado al menos dejar tu huella en este mundo, si simplemente haces lo que tienes por delante y lo haces bien, con el corazón, desde tu verdad interior. Dejaras una huella en este mundo si amas cuando menos lo merecen, ya que es cuando más te necesitan-.
El anciano se había incorporado con dificultad y estaba dando por concluida la charla. –Mi consejo es: satyagraha al principio, satyagraha al final, no existe mejor camino para alcanzar la libertad.-
-Es momento de despedirnos, hice un acuerdo de coexistencia pacifica con el tiempo, ni el me persigue, ni yo huyo de él…-, dijo el misterioso sadhu posando su sabia mirada sobre los emocionados ojos azules de la joven. Ella se zambulló en esa profunda ventana que se abría delante de sí. Silencio por dentro y por fuera. El aroma a sándalo acompañaba su respiración pausada. Una auguriosa llovizna de pétalos de orquídeas blancas la envolvió.
Sentía paz por primera vez en mucho tiempo. El entusiasmo latía en sus venas. Se había descorrido un velo. Todo era claro. Quería volver a Inglaterra y jugar el juego de su propia elección.
-Vuelvo a la casa que nunca abandoné. Comprende que la forma de tu alma es única, que te aguarda un destino especial, y que detrás de la fachada de tu vida, por más frívola que parezca ser, sucede algo hermoso, bueno y eterno. Satyagraha. Se fiel a tu voz interior.
-Namasté, Lady Diana Spencer, futura Princesa de Gales-. Se despidió el anciano esfumándose lentamente entre la bruma del no-tiempo.
Un chispazo de reconocimiento iluminó el corazón de Diana.
-Namasté, Mahatma Ghandi…
-Que recibas una maravillosa acogida en la casa a donde retornas. Y que la luz de la Verdad te abrace por siempre. Om Satyagraha Om-.
Y así Diana regresó a la vida que nunca había abandonado. Su mirada había cambiado. Todo se veía hermoso, bueno y eterno.
“Esta es la historia de dos almas que llegan al mismo lugar y en el mismo instante se cruzan en el no-tiempo. Y se miran profundamente. Cada alma con su destino, dos vidas diferentes. Ella busca consuelo en la sabiduría del legendario renunciante, una Verdad tan antigua como las montañas, tan sutil como la brisa matutina, tan penetrante como el fuego y tan profunda como las aguas primordiales.”
La boda de Carlos de Inglaterra con Diana de Gales se celebró el 29 de Julio de 1981 en la catedral londinense de Saint Paul. Seis meses después de los hechos relatados en esta historia. En los años siguientes, Diana prestó su imagen pública a diferentes organismos humanitarios y apareció en multitud de actos a favor de los sectores más marginados de la sociedad. Lady Diana Spencer perdió la vida en un accidente de automóvil 31 de Agosto de 1997 en el interior del Túnel del Alma en París, produciendo una conmoción pública de orden mundial. El hecho fue rodeado de especulaciones sensacionalistas y llegó a calificarse como una “conspiración” y asesinato de parte de los servicios de inteligencia británicos. Lady Di fue enterrada en una isla en forma de óvalo en los jardines del Castillo de Althrop. Residencia oficial de los Condes de Spencer. La casa-mausoleo recibe unas 2.00 visitas diarias. La muerte de Diana de Gales replanteó la renovación de la monarquía británica. En 16 años de vida pública, Lady Di, tímida aristócrata convertida en “star”, trastornó los usos de la familia real e introdujo cambios irreversibles. Al tomarse grandes libertades con la etiqueta, al acercarse y tomar con sus manos a los enfermos de sida, y a los abandonados, Lady Di adentró en el mundo actual a una monarquía distante y en peligro de extinción.
Mahatma Ghandi nació en Porbandar, India, el 2 de Octubre de 1869. Su verdadero nombre fue “Monadas Karamchand Gandhi”. Sus alegados lo llamaron Mahatma, que significa “Alma Grande”. Falleció el 30 de Enero de 1948 asesinado por Vinayak Natura Godse, miembro de un grupo extremista conspirador Hindú, mientras se dirigía a un habitual rezo de la tarde. Sus cenizas fueron arrojadas al Río Ganges. La muerte de Ghandi fue considerada como una catástrofe internacional. Las enseñanzas de Ghandi inspirarían a los movimientos pacifistas en todas partes del mundo. Mahatma Ghandi, líder de la lucha por la independencia de la India y defensor y practicante de la no violencia activa, demostró con su ejemplo de vida, que la acción no violenta puede ser de gran fuerza liberadora en la esfera de la vida cotidiana y de la política practica- No hay camino para la paz, la paz es el camino.- Repetía constantemente. El 30 de Enero se celebra el Día de la Paz en recuerdo de esta “Gran Alma”.
Autora: María Giacobone Carballo.
Premio Internacional Canto a la Paz. ED. Pegasso 2006.
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sábado, 30 de mayo de 2009
Amor antes, durante y después de la lluvia.
Me llamó la atención él, por su forma de mirarla, como si no fuese una desconocida que veía por vez primera, pero así era. Él había subido en la misma estación que yo y estaba solo. Recién en la siguiente parada, ella entró al autobús y no se percató de su presencia, pese a que se sentó junto a él. Después, sacó de la mochila un dossier de ilustraciones. Él, como ya dije, la miraba, como si evocase un centenar de momentos compartidos: el otoño en que la lluvia los llevó a refugiarse en el mismo lugar, la excusa para hablarle, un número de teléfono, los días de dudas, la timidez de él para invitarla a salir, los silencios de ella para retrasar la cita, el recital en el que coincidieron, el beso, los besos, las confesiones, los descubrimientos, cenas de dos, reuniones, compromisos, el compromiso, hijos y deseos de seguir soñando. ¿Y si únicamente le recordase a un antiguo amor? O quizá, sin aguzar tanto la memoria, ella era la silueta vacía de sus anhelos, de esa ilusión latente que lo mantuvo despierto, de un desenlace feliz que ya había vivido durante cada noche de insomnio.
Yo no tenía pensado tomar un autobús, ella tampoco. Afuera había dejado de llover. Le pregunté si las ilustraciones eran suyas.
Yo no tenía pensado tomar un autobús, ella tampoco. Afuera había dejado de llover. Le pregunté si las ilustraciones eran suyas.
por Rafael R. Valcárcel
jueves, 21 de mayo de 2009
Satyagraha: El Abrazo de la Verdad.
“Esta es la historia de dos almas que llegan al mismo lugar y en el mismo instante se cruzan en el no-tiempo. Y se miran profundamente. Cada alma con su destino, dos vidas diferentes. Ella busca consuelo en la sabiduría del legendario renunciante, una Verdad tan antigua como las montañas, tan sutil como la brisa matutina, tan penetrante como el fuego y tan profunda como las aguas primordiales.”
En ese ruidoso tramo de Ahmedabad podía ver un camello, bicicletas, un rebaño de cabras, el último modelo de Mercedes, un elefante y motonetas. Los contrastes eran tan fuertes. La India asaltaba todos sus sentidos.
-¿Cómo había llegado aquí? ¿Qué estaba buscando? -. Ya no lo recordaba, en medio de ese torbellino interior y exterior, solo podía llorar…
-Ve a Satyagraha Ashram-. Susurró un anciano a su oído, apenas rozándola con el lienzo blanco que envolvía su rostro. Ella se sobresaltó. Miró a su alrededor, el anciano había desaparecido entre la multitud.
-Ve a Satyagraha Ashram-. Sintió nuevamente la misteriosa voz resonar en su interior.
Ella se acomodó en el asiento doble detrás de la moto, cerró los ojos y se relajó. El chofer había pronunciado la palabra mágica que abrió la puerta del recuerdo. Ghandiji. Ahora sabía que la había llevado a huir a la India. La búsqueda de la Verdad. O al menos un indicio, la punta de un cabo al que pudiera aferrarse como línea de vida. Allison, su amiga del alma, su anam cara como se llamaban mutuamente honrando sus orígenes celtas, ahora vivía en la India, y en su última visita a Londres le había regalado una versión de bolsillo de “Reflexiones sobre la Verdad” de Ghandi. Ese pequeño libro había taladrado su corazón. Subrayó y memorizó sus frases preferidas, las que repetía como un mantram, una y otra vez. “El ojo por ojo terminrá haciendo que el mundo entero se quede ciego…” “Dios no se encuentra en el cielo ni en el infierno, sino en cada uno de nosotros. En consecuencia podré algún día ver a Dios si me consagró al servicio de la humanidad.” “…pero yo no venero a Dios mas que bajo su aspecto de Verdad…”, “…la Verdad es la voz interna que nos habla.”
-¿Cuál era la Verdad, su verdad?-. No lo sabía. Necesitaba liberarse de las falsas creencias que había acumulado su mente. No veía la Verdad porque estaba ciega. “Es fácil vivir con los ojos cerrados, interpretando mal todo lo que se ve…” cantaba su querido John Lennon. La imagen de perfección que le habían impuesto y esa máscara angelical que ella se había auto impuesto, eran el motivo por el que no podía aceptarse tal como era.
-Ghandiji ka Ashram, ochenta rupias – La voz del chofer del richsaw penetró la densa nube de polución mental que la rodeaba e interrumpió su histérico parloteo interior.Después de varios kilómetros de saltos, curvas, contra curvas, frenadas bruscas y una espera de media hora en un cruce de ferrocarril, finalmente habían llegado al Satyagraha Ashram. El chofer se ofreció a esperarla y llevarla de vuelta por la módica suma de ciento veinte rupias. Aceptó. No tenía alternativa. Ya era de noche y sus posibilidades de encontrar transporte de vuelta, remotas.
El silencio del lugar le dio un cálido abrazo, la tomó de la mano y al invitó a bajar.
El ashram estaba en penumbras, al cruzar el portón de entrada se acercó a una ventana pequeña, de donde colgaba una luz amarillenta y se podía escuchar la música chillona proveniente de una antigua radio. Al oír sus pasos, una anciana asomó su blanca cabellera entre un mugriento mosquitero y le dijo- apúrese, el show de luces y sombras esta por comenzar-, y sin darle tiempo a contestar le dio una entrada y un folleto y agregó- cinco rupias, usted es la única-.
Un perro flaco, que parecía un esqueleto andante, la guió hasta un pabellón un poco más iluminado desde dónde podía escucharse la música de bhajans devocionales. Este pabellón, según el folleto que le habían entregado en la entrada había sido la casa de Ghandi. En un espacio que podía haber acomodad fácilmente a 300 personas había una docena de sillas plegadizas acomodadas frente a una pequeña pantalla.
Lo que siguió fueron cincuenta minutos eternos, donde una combinación de canciones devocionales destinadas a evocar los encuentros de oración convocados por Ghandi y algunos episodios de su vida proyectados en la pantalla, eran intercalados con interludios de silencio y oscuridad. La parte de luz del show fue mínima, diferentes secciones del ashram se prendían y se apagaban sin razón aparente, finalizando con el sonido de Pandit VD Paluskar cantando “Raghupati Raghava Rajaram”, el bhajan favorito de Ghandi.
El espectral perro que había permanecido junto a ella durante toda la función se paró, y meneando su raída cola, se puso en marcha. Ella lo siguió como una autómata, confusa.La total ausencia de visitas en el ashram, sus tinieblas, sus paredes húmedas y descascaradas la hacían sentir que en esta India moderna, ya no había lugar para los despojados ideales de Ghandi.
-Viajar al pasado es muy fácil en este lugar. Basta con dejarme llevar, con deslizarme por la falla temporal que se abre ante mi en cada rincón…-. Pensó nostálgica, tratando de sentir el fervor de Ghandi iniciando desde este ashram la gran Marcha de la Sal.
Siguiendo al perro, caminó hacia la orilla del río. Los mosquitos ya no practicaban ahimsa, la no violencia, en el ashram y su zumbido era lo único que rompía el silencio sobrecogedor. Le venían a la memoria las historias de su padre, el octavo Conde Althorp, sobre la India Imperial con los Lanceros de Bengala, los extravagantes maharajás que habían sustituido al elefante por el Rolls-Royce, y a la caza del tigre por partidos de polo. Las fotos de los administradores ingleses vistiendo traje de etiqueta en viajes por la selva. Todo esto en un país donde cientos de miles se morían de hambre, lepra, malaria y tuberculosis… podía sentir las palabras de Ghandi, en el documental que acababa de ver:-Mi obra estará completa si tengo éxito en llevarle la convicción a la familia humana, de que cada hombre y mujer, por más frágil que sea su cuerpo, es el custodio de su auto respeto y su libertad… hay mas hambre en el mundo por amor y por ser apreciado, que por pan…
Su corazón se acalambró, ahogada en llanto, se desplomo en el piso en posición fetal.
-Mi consejo es: satyagraha al principio, satyagraha al final-. Una voz pausada la sobresaltó. Un sadhu se había sentado junto a ella entre la bruma a la orilla del río. El anciano sabio solo vestía un taparrabos, de su rostro, velado por un percudido lienzo blanco que lo cubría hasta el pecho, emanaba un reconfortante destello de paz permanente.- No existe mejor camino para alcanzar la libertad.-
-¿Quién sos?-. Preguntó perturbada. O quizás había dicho… -¿Quién soy?-
-La belleza de satyagraha es que viene hacia ti, no hace falta que salgas en su búsqueda-.
-¿Qué debo hacer?-. Preguntó, como si el anciano conociera su dilema.
-Satyagraha quiere decir, haz lo que debas a pesar de todo lo que debas soportar en tu acción. Sigue tu Verdad, se fiel a tu voz interior. Aunque el cielo este cubierto de nubes amenazantes, si debes embarcarte en la Nave Real, hazlo. Debes dar un gran salto, no un paso vacilante, tomar el timón con firmeza y comenzar a navegar por el río de la vida con plenitud.-
-El éxito y el fracaso son relativos-. Prosiguió el anciano en su claro y pausado inglés.- El elogio y la crítica tienen una raíz común, el ego, si dependes de ellos te tornas vulnerable. Tienes que desarrollar una permeabilidad a las filias y a las fobias. Ser completamente vulnerable a lo trascendente y totalmente impermeable a lo intrascendente, a los halagos y a los juicios ajenos.Este lugar no fue olvidado. El mensaje que se difundió desde este ashram no era nuevo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las montañas. Acá solo se las experimento en la mayor escala posible. Y esta enseñanza sigue viva en el corazón de todos los buscadores de la Verdad, en el espíritu de todos aquellos seres libres que hacen de su vida un acto sagrado-.
-Pero, yo soy libre, siento que me ataron a una decisión-. Dijo ella secándose las lágrimas.
-Los oprimidos y los opresores solo existen en nuestro interior, somos nuestro propio carcelero. Eres el custodio de tu auto respeto y libertad. Abre las alas y libera tu libertad. Nunca olvides que solo estas jugando, bailando la danza de Shiva. Jugar es hilvanar en la rueca de nuestra vida cada instante que vivimos. Satyagraha nos enseña el arte de vivir, así como el de morir-.
-Temo a la muerte…- un escalofrío reptó por su espalda, una gélida premonición sacudió su joven corazón.
-Milady, no tienes miedo a morir, tienes miedo a no haber vivido, a no haber considerado el más alto propósito de tu vida, a no haber intentado al menos dejar tu huella en este mundo, si simplemente haces lo que tienes por delante y lo haces bien, con el corazón, desde tu verdad interior. Dejaras una huella en este mundo si amas cuando menos lo merecen, ya que es cuando más te necesitan-.
-Es momento de despedirnos, hice un acuerdo de coexistencia pacifica con el tiempo, ni el me persigue, ni yo huyo de él…-, dijo el misterioso sadhu posando su sabia mirada sobre los emocionados ojos azules de la joven. Ella se zambulló en esa profunda ventana que se abría delante de sí. Silencio por dentro y por fuera. El aroma a sándalo acompañaba su respiración pausada. Una auguriosa llovizna de pétalos de orquídeas blancas la envolvió.
Sentía paz por primera vez en mucho tiempo. El entusiasmo latía en sus venas. Se había descorrido un velo. Todo era claro. Quería volver a Inglaterra y jugar el juego de su propia elección.
-Vuelvo a la casa que nunca abandoné. Comprende que la forma de tu alma es única, que te aguarda un destino especial, y que detrás de la fachada de tu vida, por más frívola que parezca ser, sucede algo hermoso, bueno y eterno. Satyagraha. Se fiel a tu voz interior.
-Namasté, Lady Diana Spencer, futura Princesa de Gales-. Se despidió el anciano esfumándose lentamente entre la bruma del no-tiempo.
-Que recibas una maravillosa acogida en la casa a donde retornas. Y que la luz de la Verdad te abrace por siempre. Om Satyagraha Om-.
Ahmadabad, India. Marzo, 1981
Todo le generaba una mezcla de asombro y sentido de desorientación. Quería ser una más, pasar desapercibida, perderse en la multitud. India le iba machacando los sentidos poco a poco. Autos, motos, carritos, bicicletas, vacas, gente en todas las direcciones. Brazos, dientes, manos ausentes. Pies descalzos. Basura. Lluvia de escupitajos marrones. Sentía que todos la miraban, la seguían. ¿Quizás la reconocían? Imposible. Imágenes impactantes, el ruido permanente de las bocinas, los olores, la sensación de ser perseguida. Tanto alboroto y tanto silencio. India le iba entrando poco a poco, a medida que continuaba caminando, seguía invadiéndola. Todo lo que le habían contado, todo lo que ella había imaginado, la magia, el misterio, los maharajás, sadhus y mendigos, los encantadores de serpientes y las vacas sagradas… y al final, solo una sensación inexplicable. Probablemente solo era miedo escénico.No había violencia física. No existía ese peligro que ella tan bien percibía en otros lugares del mundo. Podría respirar la no violencia, el respeto y la aceptación. Se sentía como si hubieran recortado su imagen y pegado en un fondo absolutamente diferente. Todo era tan ajeno, tan verdadero, aunque no lo comprendía del todo, se sentía más libre.
-Es imposible visitar la India en una campana de vacío. Aunque sea inevitable estremecerse frente al Taj Majhal, y recordar la belleza natural que acompañó cada lugar recorrido, el gran encanto de India no esta en su geografía ni en sus monumentos… alcanza simplemente con vivirla, caminar por la calle y mezclarse con su gente-. Le había aconsejado Alisson, su ex compañera de West Heath, el internado femenino en el condado de Kent, y cómplice en esta fuga prenupcial.
En ese ruidoso tramo de Ahmedabad podía ver un camello, bicicletas, un rebaño de cabras, el último modelo de Mercedes, un elefante y motonetas. Los contrastes eran tan fuertes. La India asaltaba todos sus sentidos.
-¿Cómo había llegado aquí? ¿Qué estaba buscando? -. Ya no lo recordaba, en medio de ese torbellino interior y exterior, solo podía llorar…
-Ve a Satyagraha Ashram-. Susurró un anciano a su oído, apenas rozándola con el lienzo blanco que envolvía su rostro. Ella se sobresaltó. Miró a su alrededor, el anciano había desaparecido entre la multitud.
-Ve a Satyagraha Ashram-. Sintió nuevamente la misteriosa voz resonar en su interior.
Siguiendo un impulso verbal, saltó dentro de un auto richsaw y simplemente dijo – Satyagraha Ashram - al subir.-Ah, Satyagraha, Ghandji ka Ashram, ochenta rupias-. Respondió el chofer con una sonrisa, arrancando la moto a toda velocidad, sin siquiera darle tiempo a regatear el precio, ritual sagrado en la India.
Ella se acomodó en el asiento doble detrás de la moto, cerró los ojos y se relajó. El chofer había pronunciado la palabra mágica que abrió la puerta del recuerdo. Ghandiji. Ahora sabía que la había llevado a huir a la India. La búsqueda de la Verdad. O al menos un indicio, la punta de un cabo al que pudiera aferrarse como línea de vida. Allison, su amiga del alma, su anam cara como se llamaban mutuamente honrando sus orígenes celtas, ahora vivía en la India, y en su última visita a Londres le había regalado una versión de bolsillo de “Reflexiones sobre la Verdad” de Ghandi. Ese pequeño libro había taladrado su corazón. Subrayó y memorizó sus frases preferidas, las que repetía como un mantram, una y otra vez. “El ojo por ojo terminrá haciendo que el mundo entero se quede ciego…” “Dios no se encuentra en el cielo ni en el infierno, sino en cada uno de nosotros. En consecuencia podré algún día ver a Dios si me consagró al servicio de la humanidad.” “…pero yo no venero a Dios mas que bajo su aspecto de Verdad…”, “…la Verdad es la voz interna que nos habla.”
¿Y que pasaba con Charlie? ¿Había olvidado a su antiguo amor? – Cuando una mujer se queda con tu pareja, no hay mejor revancha que dejar que se quede con él-. Le había imputado, sarcásticamente, la elegante señora a la salida de la Iglesia de Norfork al finalizar los servicios religiosos de la última Navidad. –La mujer es como la champaña- se escuchó reaccionar ácidamente, -algunas están sin catar, otras catadas y otras Re-catadas-, aludiendo a la fama de libertina que había tenido la entonces señoritaShand en su juventud. Era difícil competir con ella. Y no sólo porque la relación entre ellos era de larga data, sino porque los vínculos entre las familias de ambos venían de antaño. De hecho, la bisabuela de su rival había sido amante del tatarabuelo de Charlie. Decían que una de las primeras frases que Mrs. Shand le dirigió a Charlie cuando se conocieron en un partido de polo, fue: - Mi bisabuela y tu tatarabuelo fueron amantes, ¿Qué te parece?-.
-Ghandiji ka Ashram, ochenta rupias – La voz del chofer del richsaw penetró la densa nube de polución mental que la rodeaba e interrumpió su histérico parloteo interior.Después de varios kilómetros de saltos, curvas, contra curvas, frenadas bruscas y una espera de media hora en un cruce de ferrocarril, finalmente habían llegado al Satyagraha Ashram. El chofer se ofreció a esperarla y llevarla de vuelta por la módica suma de ciento veinte rupias. Aceptó. No tenía alternativa. Ya era de noche y sus posibilidades de encontrar transporte de vuelta, remotas.
El silencio del lugar le dio un cálido abrazo, la tomó de la mano y al invitó a bajar.
El ashram estaba en penumbras, al cruzar el portón de entrada se acercó a una ventana pequeña, de donde colgaba una luz amarillenta y se podía escuchar la música chillona proveniente de una antigua radio. Al oír sus pasos, una anciana asomó su blanca cabellera entre un mugriento mosquitero y le dijo- apúrese, el show de luces y sombras esta por comenzar-, y sin darle tiempo a contestar le dio una entrada y un folleto y agregó- cinco rupias, usted es la única-.
Un perro flaco, que parecía un esqueleto andante, la guió hasta un pabellón un poco más iluminado desde dónde podía escucharse la música de bhajans devocionales. Este pabellón, según el folleto que le habían entregado en la entrada había sido la casa de Ghandi. En un espacio que podía haber acomodad fácilmente a 300 personas había una docena de sillas plegadizas acomodadas frente a una pequeña pantalla.
Lo que siguió fueron cincuenta minutos eternos, donde una combinación de canciones devocionales destinadas a evocar los encuentros de oración convocados por Ghandi y algunos episodios de su vida proyectados en la pantalla, eran intercalados con interludios de silencio y oscuridad. La parte de luz del show fue mínima, diferentes secciones del ashram se prendían y se apagaban sin razón aparente, finalizando con el sonido de Pandit VD Paluskar cantando “Raghupati Raghava Rajaram”, el bhajan favorito de Ghandi.
El espectral perro que había permanecido junto a ella durante toda la función se paró, y meneando su raída cola, se puso en marcha. Ella lo siguió como una autómata, confusa.La total ausencia de visitas en el ashram, sus tinieblas, sus paredes húmedas y descascaradas la hacían sentir que en esta India moderna, ya no había lugar para los despojados ideales de Ghandi.
-Viajar al pasado es muy fácil en este lugar. Basta con dejarme llevar, con deslizarme por la falla temporal que se abre ante mi en cada rincón…-. Pensó nostálgica, tratando de sentir el fervor de Ghandi iniciando desde este ashram la gran Marcha de la Sal.
Siguiendo al perro, caminó hacia la orilla del río. Los mosquitos ya no practicaban ahimsa, la no violencia, en el ashram y su zumbido era lo único que rompía el silencio sobrecogedor. Le venían a la memoria las historias de su padre, el octavo Conde Althorp, sobre la India Imperial con los Lanceros de Bengala, los extravagantes maharajás que habían sustituido al elefante por el Rolls-Royce, y a la caza del tigre por partidos de polo. Las fotos de los administradores ingleses vistiendo traje de etiqueta en viajes por la selva. Todo esto en un país donde cientos de miles se morían de hambre, lepra, malaria y tuberculosis… podía sentir las palabras de Ghandi, en el documental que acababa de ver:-Mi obra estará completa si tengo éxito en llevarle la convicción a la familia humana, de que cada hombre y mujer, por más frágil que sea su cuerpo, es el custodio de su auto respeto y su libertad… hay mas hambre en el mundo por amor y por ser apreciado, que por pan…
-Estaba tan confundida… - ¿Qué debía hacer?-
Su corazón se acalambró, ahogada en llanto, se desplomo en el piso en posición fetal.
-Mi consejo es: satyagraha al principio, satyagraha al final-. Una voz pausada la sobresaltó. Un sadhu se había sentado junto a ella entre la bruma a la orilla del río. El anciano sabio solo vestía un taparrabos, de su rostro, velado por un percudido lienzo blanco que lo cubría hasta el pecho, emanaba un reconfortante destello de paz permanente.- No existe mejor camino para alcanzar la libertad.-
-¿Quién sos?-. Preguntó perturbada. O quizás había dicho… -¿Quién soy?-
-La belleza de satyagraha es que viene hacia ti, no hace falta que salgas en su búsqueda-.
-¿Qué debo hacer?-. Preguntó, como si el anciano conociera su dilema.
-Satyagraha quiere decir, haz lo que debas a pesar de todo lo que debas soportar en tu acción. Sigue tu Verdad, se fiel a tu voz interior. Aunque el cielo este cubierto de nubes amenazantes, si debes embarcarte en la Nave Real, hazlo. Debes dar un gran salto, no un paso vacilante, tomar el timón con firmeza y comenzar a navegar por el río de la vida con plenitud.-
-Pero… ¿Qué pasó con Ghandi? Su lugar parece olvidado-. Dijo ella contemplando el entorno con tristeza.
-El éxito y el fracaso son relativos-. Prosiguió el anciano en su claro y pausado inglés.- El elogio y la crítica tienen una raíz común, el ego, si dependes de ellos te tornas vulnerable. Tienes que desarrollar una permeabilidad a las filias y a las fobias. Ser completamente vulnerable a lo trascendente y totalmente impermeable a lo intrascendente, a los halagos y a los juicios ajenos.Este lugar no fue olvidado. El mensaje que se difundió desde este ashram no era nuevo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las montañas. Acá solo se las experimento en la mayor escala posible. Y esta enseñanza sigue viva en el corazón de todos los buscadores de la Verdad, en el espíritu de todos aquellos seres libres que hacen de su vida un acto sagrado-.
-Pero, yo soy libre, siento que me ataron a una decisión-. Dijo ella secándose las lágrimas.
-Los oprimidos y los opresores solo existen en nuestro interior, somos nuestro propio carcelero. Eres el custodio de tu auto respeto y libertad. Abre las alas y libera tu libertad. Nunca olvides que solo estas jugando, bailando la danza de Shiva. Jugar es hilvanar en la rueca de nuestra vida cada instante que vivimos. Satyagraha nos enseña el arte de vivir, así como el de morir-.
-Temo a la muerte…- un escalofrío reptó por su espalda, una gélida premonición sacudió su joven corazón.
-Milady, no tienes miedo a morir, tienes miedo a no haber vivido, a no haber considerado el más alto propósito de tu vida, a no haber intentado al menos dejar tu huella en este mundo, si simplemente haces lo que tienes por delante y lo haces bien, con el corazón, desde tu verdad interior. Dejaras una huella en este mundo si amas cuando menos lo merecen, ya que es cuando más te necesitan-.
El anciano se había incorporado con dificultad y estaba dando por concluida la charla. –Mi consejo es: satyagraha al principio, satyagraha al final, no existe mejor camino para alcanzar la libertad.-
-Es momento de despedirnos, hice un acuerdo de coexistencia pacifica con el tiempo, ni el me persigue, ni yo huyo de él…-, dijo el misterioso sadhu posando su sabia mirada sobre los emocionados ojos azules de la joven. Ella se zambulló en esa profunda ventana que se abría delante de sí. Silencio por dentro y por fuera. El aroma a sándalo acompañaba su respiración pausada. Una auguriosa llovizna de pétalos de orquídeas blancas la envolvió.
Sentía paz por primera vez en mucho tiempo. El entusiasmo latía en sus venas. Se había descorrido un velo. Todo era claro. Quería volver a Inglaterra y jugar el juego de su propia elección.
-Vuelvo a la casa que nunca abandoné. Comprende que la forma de tu alma es única, que te aguarda un destino especial, y que detrás de la fachada de tu vida, por más frívola que parezca ser, sucede algo hermoso, bueno y eterno. Satyagraha. Se fiel a tu voz interior.
-Namasté, Lady Diana Spencer, futura Princesa de Gales-. Se despidió el anciano esfumándose lentamente entre la bruma del no-tiempo.
Un chispazo de reconocimiento iluminó el corazón de Diana.
-Namasté, Mahatma Ghandi…
-Que recibas una maravillosa acogida en la casa a donde retornas. Y que la luz de la Verdad te abrace por siempre. Om Satyagraha Om-.
Y así Diana regresó a la vida que nunca había abandonado. Su mirada había cambiado. Todo se veía hermoso, bueno y eterno.
“Esta es la historia de dos almas que llegan al mismo lugar y en el mismo instante se cruzan en el no-tiempo. Y se miran profundamente. Cada alma con su destino, dos vidas diferentes. Ella busca consuelo en la sabiduría del legendario renunciante, una Verdad tan antigua como las montañas, tan sutil como la brisa matutina, tan penetrante como el fuego y tan profunda como las aguas primordiales.”
La boda de Carlos de Inglaterra con Diana de Gales se celebró el 29 de Julio de 1981 en la catedral londinense de Saint Paul. Seis meses después de los hechos relatados en esta historia. En los años siguientes, Diana prestó su imagen pública a diferentes organismos humanitarios y apareció en multitud de actos a favor de los sectores más marginados de la sociedad. Lady Diana Spencer perdió la vida en un accidente de automóvil 31 de Agosto de 1997 en el interior del Túnel del Alma en París, produciendo una conmoción pública de orden mundial. El hecho fue rodeado de especulaciones sensacionalistas y llegó a calificarse como una “conspiración” y asesinato de parte de los servicios de inteligencia británicos. Lady Di fue enterrada en una isla en forma de óvalo en los jardines del Castillo de Althrop. Residencia oficial de los Condes de Spencer. La casa-mausoleo recibe unas 2.00 visitas diarias. La muerte de Diana de Gales replanteó la renovación de la monarquía británica. En 16 años de vida pública, Lady Di, tímida aristócrata convertida en “star”, trastornó los usos de la familia real e introdujo cambios irreversibles. Al tomarse grandes libertades con la etiqueta, al acercarse y tomar con sus manos a los enfermos de sida, y a los abandonados, Lady Di adentró en el mundo actual a una monarquía distante y en peligro de extinción.
Mahatma Ghandi nació en Porbandar, India, el 2 de Octubre de 1869. Su verdadero nombre fue “Monadas Karamchand Gandhi”. Sus alegados lo llamaron Mahatma, que significa “Alma Grande”. Falleció el 30 de Enero de 1948 asesinado por Vinayak Natura Godse, miembro de un grupo extremista conspirador Hindú, mientras se dirigía a un habitual rezo de la tarde. Sus cenizas fueron arrojadas al Río Ganges. La muerte de Ghandi fue considerada como una catástrofe internacional. Las enseñanzas de Ghandi inspirarían a los movimientos pacifistas en todas partes del mundo. Mahatma Ghandi, líder de la lucha por la independencia de la India y defensor y practicante de la no violencia activa, demostró con su ejemplo de vida, que la acción no violenta puede ser de gran fuerza liberadora en la esfera de la vida cotidiana y de la política practica- No hay camino para la paz, la paz es el camino.- Repetía constantemente. El 30 de Enero se celebra el Día de la Paz en recuerdo de esta “Gran Alma”.
Autora: María Giacobone Carballo.
Premio Internacional Canto a la Paz. ED. Pegasso 2006.
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