martes, 15 de marzo de 2011
¿Nasrudin siempre escoge mal? Un cuento sobre las inteligencias múltiples….
Publicado por María Carballo en 16:18 6 comentarios
miércoles, 21 de abril de 2010
Promesas del Futuro
Después de dominar el espacio,
Los vientos, las mareas y la gravedad,
Dominaremos para Dios las energías del amor,
Y, ese día, por segunda vez
En la historia del mundo,
Habremos descubierto el fuego.”
THEILHARD DE CHARDIN.
Publicado por María Carballo en 12:08 13 comentarios
martes, 23 de febrero de 2010
Sobre el Amor y la Locura...
Publicado por María Carballo en 13:49 22 comentarios
lunes, 21 de diciembre de 2009
Que cada cumpleaños sea un nuevo ALMAnaque
Miraba el mundo y reflexionaba.
Vio las guerras.
Gracias Thierry Lenain y Madame Vaudeville por su valioso aporte.
Publicado por María Carballo en 18:29 4 comentarios
viernes, 25 de septiembre de 2009
La trágica y feliz historia de la vaca.
Había una vez en Rajasthan, India, un anciano maestro que deseaba enseñar a uno de sus discípulos el secreto para vivir una vida próspera y feliz. Él pensó que la primera lección debía ser entender la razón por la cual muchas personas viven atadas a una vida de conformismo e infelicidad.
Para impartir su lección al joven, el maestro decidió que aquella tarde visitaran juntos algunos de los parajes más pobres el reino de los Marajanás . Después de mucho caminar llegaron a Mandawa, una de las zonas más olvidadas del Rajasthan, y se dispusieron a buscar la más humilde de todas las viviendas.
En una casucha agrietada y llena de insectos vivían ocho personas. El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos, todos se las arreglaban para acomodarse de cualquier manera en aquel reducido espacio.
Sus ropas viejas y remendadas, la suciedad y el mal olor que envolvía a sus cuerpos, eran la mejor prueba de la profunda miseria que ahí reinaba.
Curiosamente, en medio de este estado de penuria y pobreza total, la familia contaba con una sola posesión, extraordinaria bajo tales circunstancias, una vaca… una flacuchenta vaca cuya escasa leche proveía a la familia un poco de alimento para sobrevivir.
Y allí, acunados por la tristeza y la miseria del lugar, el maestro y su discípulo pasaron la noche. Al día siguiente, muy temprano, asegurándose de no despertar a nadie, el anciano maestro le dijo en voz baja a su discípulo: “Es hora de que aprendas la lección que nos trajo a estos parajes”.
Ante la incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo para evitarlo, súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba atada en la puerta de la vivienda.
- ¿Qué has hecho maestro? – dijo el joven susurrando para no despertar a la familia. - ¿Qué lección es ésta que deja a una familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esa pobre vaca que era su única posesión?-
Sin inmutarse por la angustia del discípulo y haciendo caso omiso a sus nefastos interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha con placida indiferencia.
Cuenta la historia que un año más tarde, el maestro sugirió al joven volver a Mandawa para ver qué había ocurrido con la familia. Después de varios días de caminata, llegaron al lejano paraje, pero sus esfuerzos por encontrar la vivienda fueron en vano. Donde se encontraba la miserable choza ahora se levantaba una moderna y cómoda vivienda. Se detuvieron por un momento para observarla a distancia, grande fue su sorpresa cuando, del interior de la casa, vieron salir al mismo hombre que un año atrás les había dado alojamiento. Sin embargo, su aspecto era totalmente distinto. Sus ojos brillaban, vestía ropas limpias, iba aseado y su amplia sonrisa mostraba que algo significativo había sucedido.
Rápidamente se dispusieron a saludarlo para averiguar qué había ocasionado tal cambio en la vida de esta familia. El hombre que ignoraba que el joven y su maestro habían sido los causantes de la muerte de la vaca les contó cómo, casualmente el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su escasa fortuna, había degollado salvajemente al pobre animal.
Por mucho tiempo, la leche que producía la vaca había sido su única fuente de sustento. Más aún, poseer este animal les había ganado el respeto de los vecinos. Sin embargo – continuó el hombre – “… aquel trágico día, nos dimos cuenta que nuestra propia supervivencia se veía amenazada sino actuábamos rápidamente, entonces decidimos limpiar el patio en la parte de atrás de la vivienda...conseguimos algunas semillas y sembramos hortalizas y legumbres para alimentarnos. Pasado algún tiempo, vimos que la improvisada granja producía mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento, así que comenzamos a venderle algunos vegetales que nos sobraban a nuestros vecinos y con esa ganancia compramos más semillas…y así se amplió nuestro negocio.”
El joven, quien escuchaba atónito la increíble historia, entendió finalmente la lección que su sabio maestro quería enseñarle…
La vaca, además de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de conformismo e infelicidad.
- “Que gran lección”, pensó el joven discípulo e inmediatamente reflexionó sobre sus propias vacas, todas las limitaciones que el mismo se había encargado de alimentar a lo largo de su vida con excusas que ni el mismo creía. Cuantos pretextos y disculpas para no vivir la vida que quería vivir…cuantas falsas seguridades… Indudablemente ese día marcaba el comienzo de una nueva vida, ¡Una vida libre de vacas!
Y colorín colorado, este cuento aún no se ha terminado…
“El verdadero enemigo del éxito no es el fracaso
Sino el conformismo y la mediocridad.”
Dr. Camilo Cruz
Maria Giacobone Carballo
Adaptación de "La Vaca" del Dr. Camilo Cruz.
Descarga gratuita del libro:http://www.landcabtrading.com/libros/lavaca.pdf
Publicado por María Carballo en 15:54 14 comentarios
martes, 25 de agosto de 2009
Cazador cazado.
Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, en lejanas tierras de Europa Oriental un hombre muy poderoso llamado Miroslav Grudzinski, quien había llegado a su madurez sin haber contraído matrimonio. Lo cierto es que ya estaba llegando a los cincuenta años y le costaba dejar los deleites de la libertad y la buena vida, pero le preocupaba que su fortuna se diluyera al no dejar descendencia.
Después de mucho reflexionar consultó a sus administradores, a su astrólogo y a su pitonisa, quienes no tardaron en encontrarle la que parecía la esposa ideal, Irina Kusanovic. La elegida tenía poco más de veinte años, bella, delicada y culta. La pareja sintió una gran atracción mutua y el matrimonio se celebró casi inmediatamente con las pompas y circunstancias que el protocolo requería.
Pasado el entusiasmo inicial, con la rutina de la vida matrimonial y su bella esposa dedicada al cuidado de su primogénito recién nacido, Miroslav volvió a las andadas de soltero. Sus ausencias y retardos provocaban largas riñas matrimoniales de las que el hombre salía airoso a costa de nuevas promesas y fastuosos regalos, entre ellos la construcción de un pabellón especial para la joven esposa, quien argumentó la necesidad de un lugar totalmente privado, donde poder descansar en completa soledad de las exigencias familiares y sociales.
Pero las salidas y las eternas discusiones siguieron repitiéndose. Con el afán de retener a su esposo en casa, la mujer hizo traer desde Flandes a un afamado pintor ante quien la novel familia posó por horas, y luego cada uno por separado, a fin de obtener sus retratos para la flamante galería familiar. Una vez terminado su retrato, el esposo se desentendió del resto y volvió a sus ocupaciones.
La desdichada esposa solía encerrarse por horas en su reducto privado, un sitio en el rincón más alejado del jardín del que solamente ella tenía la llave. Claro que como sucede con toda persona infiel, las escapadas de su esposa al pabellón privado comenzaron a despertarle celos y sospechas al astuto Miroslav. El hombre se mostró cada vez más inquieto por las actividades de su mujer, a quien comenzó a acechar y vigilar. Para colmo, uno de los sirvientes que le servia de espía le dijo que había escuchado a Irina hablando en voz alta, a veces discutiendo con alguien, otras reclamando entre sollozos. Aquello sacó de quicio a Miroslav Grudzinski, quien tras imaginar toda clase de aventuras extramatrimoniales, redobló la guardia a su mujer. Luego de fingir una salida, cuando Irina se encontraba en su refugio privado, Miroslav volvió sigiloso, y pegó la oreja a la puerta.
Paralizado de ira, escuchó como su joven esposa decía algo entre sollozos, el enojo de Irina era evidente pero las palabras no eran muy claras. Al escuchar una risa entrecortada y el chasquido de un beso, ciego de celos, el marido despechado, comenzó a patear la puerta del pabellón, gritando todo tipo de insultos y amenazas. Los murmullos cesaron inmediatamente. Tras un breve silencio, la mujer apareció cerrando la puerta a sus espaldas, y colgándose la llave del cuello.
- ¡Me deshonras!- gritó el marido. ¿Con quién estas? ¿Cómo entró?
- Más deshonra es la mía. Tú sales fuera a verte con tus amantes mientras yo no cruzo estos muros. ¿Qué es lo que imaginas?
- Quiero la llave o entraré por la fuerza – dijo el hombre. Aquel inequívoco recuerdo del sonido de un beso, lo enfurecía cada vez más.
- No hace falta que uses ni tu fuerza ni tu astucia para vigilarme, puedo darte la llave, todo lo que tengo, sacando nuestro hijo, esta ahí dentro.
Irina Kusanovic le entregó la llave y se alejó llorando hacia la casa. Miroslav Grudzinski, sacó su espada y abrió la puerta. En la habitación no había más que un viejo sillón, algunos libros y unas flores frescas bajo un icono bizantino. Su mirada desesperada se topó con la de su rival. En la pared del fondo, mirándolo en silencio: Él mismo en su propio retrato.
María Giacobone Carballo
Adaptación libre del cuento “El Pabellón Secreto” de Abel Pohulanik.
Publicado por María Carballo en 11:43 13 comentarios
jueves, 30 de julio de 2009
La Cárcel de la Auto condena y la Puerta del Auto perdón…
Había una vez un hombre que vivía preso en una lúgubre cárcel de Sighişoara, Rumania. No sabía su nombre, Grasu (Gordo) lo llamaba el guardia. No recordaba quién lo había condenado, ni porqué lo habían encerrado. No tenía más compañía que unas nauseabundas ratas a las cuales alimentaba con mendrugos de pan. Se pasaba el día entero mirando al exterior a través de una pequeña ventana enrejada que había en su celda. Cada vez que veía pasar a alguien al otro lado, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día, vencido por la curiosidad, le preguntó al preso:
-Dime Grasu, ¿A qué se deben esas carcajadas día tras día?
El preso contestó arrogante:
- ¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que están ahí. ¿No ves que no se dan cuenta que están presos detrás de estas rejas? Los perdono…porque no saben lo que hacen… Su ignorancia es un gran antídoto contra el sufrimiento. Y volvió a soltar una gran carcajada, entremezclada con gritos de “¡Perdón!” Tan fuerte río, que su risa llegó a un anciano que caminaba tranquilamente por la acera junto a la antigua cárcel.
El anciano levantó la vista y viendo al preso encaramado a las rejas dijo:
- ¿Quieres que te perdone? ¿Yo? Veras… no hace falta.
- Si, ¡Si hace falta! Lo necesito… - contestó el preso confundido, sin saber ya si tenia que perdonar o ser perdonado…
- Ya veo… Lo necesitas, te hace falta… ¡Bien pues! Pero dime antes: si yo te doy mi perdón… ¿Qué harás tú con él?
- Que… ¿Qué haré con él? Ay, no se, ¡Qué pregunta! – Hacía tanto tiempo que el preso no se cuestionaba nada…
- ¿No sabes que harás con mi perdón?
- Bueno… no lo sé… no. ¿Qué se puede hacer? No sé… ¡Yo solo quiero que me perdones! Aulló desesperado.
El anciano quedó en silencio un instante, esperando más del preso quien, empujado por su silencio, continuó protestando muy ofendido…
- ¿Es que quieres humillarme haciéndome rogarte que me perdones?
- Bueno… en principio, si te sientes humillado por pedirme perdón un par de veces… será que aún no estás preparado para llevarte un tesoro tan grande.
- A ver… exactamente ¿Que debería yo hacer para que me perdonaras?- El preso estaba cansado… No había sostenido una charla tan larga en años… - ¿Qué se puede hacer con un perdón?-
- No sé… dímelo tú, que eres quien lo pide. Para algo será… algo querrás hacer “con lo que pides”, sino… ¿Para qué lo pides? ¿Entiendes?
- La verdad, no. No entiendo toda esta conversación en absoluto.
- Tú, eres el que quiere algo que no sabe para que lo quiere…. ¿Te parece eso más fácil de entender?
Ahora, el silencio fue diferente… parecía como si ambos estuvieran acercándose por primera vez desde el comienzo de esta absurda conversación. Finalmente, el que pedía perdón estaba viendo que la postura más incomprensible era la suya propia…
- Está bien, lo que haré con ello es: sentirme mejor- el preso se sorprendió de su propio descubrimiento.
- Sentirte mejor… ¿Qué es eso de “sentirse mejor”? ¿Lo usarás para sentirte mejor? ¿Y cómo pretendes usar mi perdón? ¿Lo aplicarás como se aplica una pomada para el reumatismo, o lo tomarás como pastillas para el dolor de cabeza? ¿Algo así… para sentirte mejor?
- No, no… ¡Caramba que viejo obtuso eres!- gritó el preso desesperado.
- Mira, no entiendes, lo que quise decir es que por el hecho de que tú me perdones ¡Yo me sentiré mejor!
- Está bien, está bien… tranquilízate…pero mira, ¿Y si yo ya te he perdonado y tu no lo sabes? ¿Qué ocurre entonces?
- Pues… ¡Que yo seguiré sintiéndome mal porque no sabré que ya me has perdonado!
- Entonces… como podrás ver, te equivocas pidiéndome perdón a mi; “no es importante que yo te perdone” sino que lo importante es que tú sepas que yo te perdono, es decir… que “te sepas perdonado”…
- Si… si, yo tengo que saber que puedo ser perdonado, y dejar de sentirme culpable… ¡Eso es!- Por primera vez en años, el preso sonrió.
- ¿Y bien… te has dado cuenta que yo no he pronunciado aún las palabras “te perdono” y veo en tu rostro que ya te sientes mejor?
- Si, es cierto…lo lamento, no quise gritarte, ni burlarme de ti con mis carcajadas. Pero dime ¿Cómo es que ya me siento mejor?
- Porque el perdón, está… Simplemente, “está” sobre nosotros… como el sol lo está. Tan sólo hay que “tomarlo”…
- ¿No necesitaba pedirte perdón a ti?
- No, no a mí. Simplemente, sentirlo… nada más.
- Pero… ¿Y quien me perdonó a mí? Ahora me siento bien…
- Tu.
- ¿Yo?
- Si… tú te perdonaste…
- Vaya… no se que decir…- El preso comenzó a acariciarse su enmarañada cabellera.
El guardia que había seguido la conversación azorado, se acercó a la reja y tímidamente apoyó su mano sobre los hombros del preso, casi tartamudeando un nombre: “Gheorghe…”
-“¿Gheorghe?” Balbuceó el preso reconociéndose.
Ahora el silencio fue como si lo inhalaran los tres, los tres parecían alimentarse de los segundos siguientes sin hablar. Y continuó así la conversación…
-Recuerda esto: si el perdón es para ti, no importará que cuando lo pidas a tu ofendido este te oiga o no… ni siquiera importa que esté presente, pues como ya sabes… solo tú puedes obtener tu propio perdón.
Y con estas últimas palabras, el anciano cruzó la acera y retomó su tranquila marcha por el angosto callejón junto a la cárcel de Sighişoara, la más bella cuidad amurallada de Transilvania.
Cuenta el guardia, testigo de esta historia, que en ese momento, Gheorghe cayó de rodillas y se puso a llorar como un niño. Y mirando a su alrededor asombrado… por primera vez después de muchos años, notó que la puerta de su celda estaba abierta...había estado siempre abierta….
María Giacobone Carballo. COPYRIGHT 2009©
Publicado por María Carballo en 15:09 12 comentarios
martes, 15 de marzo de 2011
¿Nasrudin siempre escoge mal? Un cuento sobre las inteligencias múltiples….
miércoles, 21 de abril de 2010
Promesas del Futuro
Después de dominar el espacio,
Los vientos, las mareas y la gravedad,
Dominaremos para Dios las energías del amor,
Y, ese día, por segunda vez
En la historia del mundo,
Habremos descubierto el fuego.”
THEILHARD DE CHARDIN.
martes, 23 de febrero de 2010
Sobre el Amor y la Locura...
lunes, 21 de diciembre de 2009
Que cada cumpleaños sea un nuevo ALMAnaque
Miraba el mundo y reflexionaba.
Vio las guerras.
Gracias Thierry Lenain y Madame Vaudeville por su valioso aporte.
viernes, 25 de septiembre de 2009
La trágica y feliz historia de la vaca.
Para impartir su lección al joven, el maestro decidió que aquella tarde visitaran juntos algunos de los parajes más pobres el reino de los Marajanás . Después de mucho caminar llegaron a Mandawa, una de las zonas más olvidadas del Rajasthan, y se dispusieron a buscar la más humilde de todas las viviendas.
En una casucha agrietada y llena de insectos vivían ocho personas. El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos, todos se las arreglaban para acomodarse de cualquier manera en aquel reducido espacio.
Sus ropas viejas y remendadas, la suciedad y el mal olor que envolvía a sus cuerpos, eran la mejor prueba de la profunda miseria que ahí reinaba.
Curiosamente, en medio de este estado de penuria y pobreza total, la familia contaba con una sola posesión, extraordinaria bajo tales circunstancias, una vaca… una flacuchenta vaca cuya escasa leche proveía a la familia un poco de alimento para sobrevivir.
Y allí, acunados por la tristeza y la miseria del lugar, el maestro y su discípulo pasaron la noche. Al día siguiente, muy temprano, asegurándose de no despertar a nadie, el anciano maestro le dijo en voz baja a su discípulo: “Es hora de que aprendas la lección que nos trajo a estos parajes”.
Ante la incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo para evitarlo, súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba atada en la puerta de la vivienda.
- ¿Qué has hecho maestro? – dijo el joven susurrando para no despertar a la familia. - ¿Qué lección es ésta que deja a una familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esa pobre vaca que era su única posesión?-
Sin inmutarse por la angustia del discípulo y haciendo caso omiso a sus nefastos interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha con placida indiferencia.
Cuenta la historia que un año más tarde, el maestro sugirió al joven volver a Mandawa para ver qué había ocurrido con la familia. Después de varios días de caminata, llegaron al lejano paraje, pero sus esfuerzos por encontrar la vivienda fueron en vano. Donde se encontraba la miserable choza ahora se levantaba una moderna y cómoda vivienda. Se detuvieron por un momento para observarla a distancia, grande fue su sorpresa cuando, del interior de la casa, vieron salir al mismo hombre que un año atrás les había dado alojamiento. Sin embargo, su aspecto era totalmente distinto. Sus ojos brillaban, vestía ropas limpias, iba aseado y su amplia sonrisa mostraba que algo significativo había sucedido.
Rápidamente se dispusieron a saludarlo para averiguar qué había ocasionado tal cambio en la vida de esta familia. El hombre que ignoraba que el joven y su maestro habían sido los causantes de la muerte de la vaca les contó cómo, casualmente el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su escasa fortuna, había degollado salvajemente al pobre animal.
Por mucho tiempo, la leche que producía la vaca había sido su única fuente de sustento. Más aún, poseer este animal les había ganado el respeto de los vecinos. Sin embargo – continuó el hombre – “… aquel trágico día, nos dimos cuenta que nuestra propia supervivencia se veía amenazada sino actuábamos rápidamente, entonces decidimos limpiar el patio en la parte de atrás de la vivienda...conseguimos algunas semillas y sembramos hortalizas y legumbres para alimentarnos. Pasado algún tiempo, vimos que la improvisada granja producía mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento, así que comenzamos a venderle algunos vegetales que nos sobraban a nuestros vecinos y con esa ganancia compramos más semillas…y así se amplió nuestro negocio.”
El joven, quien escuchaba atónito la increíble historia, entendió finalmente la lección que su sabio maestro quería enseñarle…
La vaca, además de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de conformismo e infelicidad.
- “Que gran lección”, pensó el joven discípulo e inmediatamente reflexionó sobre sus propias vacas, todas las limitaciones que el mismo se había encargado de alimentar a lo largo de su vida con excusas que ni el mismo creía. Cuantos pretextos y disculpas para no vivir la vida que quería vivir…cuantas falsas seguridades… Indudablemente ese día marcaba el comienzo de una nueva vida, ¡Una vida libre de vacas!
Y colorín colorado, este cuento aún no se ha terminado…
“El verdadero enemigo del éxito no es el fracaso
Sino el conformismo y la mediocridad.”
Dr. Camilo Cruz
Maria Giacobone Carballo
Adaptación de "La Vaca" del Dr. Camilo Cruz.
Descarga gratuita del libro:http://www.landcabtrading.com/libros/lavaca.pdf
martes, 25 de agosto de 2009
Cazador cazado.
Después de mucho reflexionar consultó a sus administradores, a su astrólogo y a su pitonisa, quienes no tardaron en encontrarle la que parecía la esposa ideal, Irina Kusanovic. La elegida tenía poco más de veinte años, bella, delicada y culta. La pareja sintió una gran atracción mutua y el matrimonio se celebró casi inmediatamente con las pompas y circunstancias que el protocolo requería.
Pasado el entusiasmo inicial, con la rutina de la vida matrimonial y su bella esposa dedicada al cuidado de su primogénito recién nacido, Miroslav volvió a las andadas de soltero. Sus ausencias y retardos provocaban largas riñas matrimoniales de las que el hombre salía airoso a costa de nuevas promesas y fastuosos regalos, entre ellos la construcción de un pabellón especial para la joven esposa, quien argumentó la necesidad de un lugar totalmente privado, donde poder descansar en completa soledad de las exigencias familiares y sociales.
Pero las salidas y las eternas discusiones siguieron repitiéndose. Con el afán de retener a su esposo en casa, la mujer hizo traer desde Flandes a un afamado pintor ante quien la novel familia posó por horas, y luego cada uno por separado, a fin de obtener sus retratos para la flamante galería familiar. Una vez terminado su retrato, el esposo se desentendió del resto y volvió a sus ocupaciones.
La desdichada esposa solía encerrarse por horas en su reducto privado, un sitio en el rincón más alejado del jardín del que solamente ella tenía la llave. Claro que como sucede con toda persona infiel, las escapadas de su esposa al pabellón privado comenzaron a despertarle celos y sospechas al astuto Miroslav. El hombre se mostró cada vez más inquieto por las actividades de su mujer, a quien comenzó a acechar y vigilar. Para colmo, uno de los sirvientes que le servia de espía le dijo que había escuchado a Irina hablando en voz alta, a veces discutiendo con alguien, otras reclamando entre sollozos. Aquello sacó de quicio a Miroslav Grudzinski, quien tras imaginar toda clase de aventuras extramatrimoniales, redobló la guardia a su mujer. Luego de fingir una salida, cuando Irina se encontraba en su refugio privado, Miroslav volvió sigiloso, y pegó la oreja a la puerta.
Paralizado de ira, escuchó como su joven esposa decía algo entre sollozos, el enojo de Irina era evidente pero las palabras no eran muy claras. Al escuchar una risa entrecortada y el chasquido de un beso, ciego de celos, el marido despechado, comenzó a patear la puerta del pabellón, gritando todo tipo de insultos y amenazas. Los murmullos cesaron inmediatamente. Tras un breve silencio, la mujer apareció cerrando la puerta a sus espaldas, y colgándose la llave del cuello.
- ¡Me deshonras!- gritó el marido. ¿Con quién estas? ¿Cómo entró?
- Más deshonra es la mía. Tú sales fuera a verte con tus amantes mientras yo no cruzo estos muros. ¿Qué es lo que imaginas?
- Quiero la llave o entraré por la fuerza – dijo el hombre. Aquel inequívoco recuerdo del sonido de un beso, lo enfurecía cada vez más.
- No hace falta que uses ni tu fuerza ni tu astucia para vigilarme, puedo darte la llave, todo lo que tengo, sacando nuestro hijo, esta ahí dentro.
Irina Kusanovic le entregó la llave y se alejó llorando hacia la casa. Miroslav Grudzinski, sacó su espada y abrió la puerta. En la habitación no había más que un viejo sillón, algunos libros y unas flores frescas bajo un icono bizantino. Su mirada desesperada se topó con la de su rival. En la pared del fondo, mirándolo en silencio: Él mismo en su propio retrato.
María Giacobone Carballo
Adaptación libre del cuento “El Pabellón Secreto” de Abel Pohulanik.
jueves, 30 de julio de 2009
La Cárcel de la Auto condena y la Puerta del Auto perdón…
-Dime Grasu, ¿A qué se deben esas carcajadas día tras día?
El preso contestó arrogante:
- ¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que están ahí. ¿No ves que no se dan cuenta que están presos detrás de estas rejas? Los perdono…porque no saben lo que hacen… Su ignorancia es un gran antídoto contra el sufrimiento. Y volvió a soltar una gran carcajada, entremezclada con gritos de “¡Perdón!” Tan fuerte río, que su risa llegó a un anciano que caminaba tranquilamente por la acera junto a la antigua cárcel.
El anciano levantó la vista y viendo al preso encaramado a las rejas dijo:
- ¿Quieres que te perdone? ¿Yo? Veras… no hace falta.
- Si, ¡Si hace falta! Lo necesito… - contestó el preso confundido, sin saber ya si tenia que perdonar o ser perdonado…
- Ya veo… Lo necesitas, te hace falta… ¡Bien pues! Pero dime antes: si yo te doy mi perdón… ¿Qué harás tú con él?
- Que… ¿Qué haré con él? Ay, no se, ¡Qué pregunta! – Hacía tanto tiempo que el preso no se cuestionaba nada…
- ¿No sabes que harás con mi perdón?
- Bueno… no lo sé… no. ¿Qué se puede hacer? No sé… ¡Yo solo quiero que me perdones! Aulló desesperado.
El anciano quedó en silencio un instante, esperando más del preso quien, empujado por su silencio, continuó protestando muy ofendido…
- ¿Es que quieres humillarme haciéndome rogarte que me perdones?
- Bueno… en principio, si te sientes humillado por pedirme perdón un par de veces… será que aún no estás preparado para llevarte un tesoro tan grande.
- A ver… exactamente ¿Que debería yo hacer para que me perdonaras?- El preso estaba cansado… No había sostenido una charla tan larga en años… - ¿Qué se puede hacer con un perdón?-
- No sé… dímelo tú, que eres quien lo pide. Para algo será… algo querrás hacer “con lo que pides”, sino… ¿Para qué lo pides? ¿Entiendes?
- La verdad, no. No entiendo toda esta conversación en absoluto.
- Tú, eres el que quiere algo que no sabe para que lo quiere…. ¿Te parece eso más fácil de entender?
Ahora, el silencio fue diferente… parecía como si ambos estuvieran acercándose por primera vez desde el comienzo de esta absurda conversación. Finalmente, el que pedía perdón estaba viendo que la postura más incomprensible era la suya propia…
- Está bien, lo que haré con ello es: sentirme mejor- el preso se sorprendió de su propio descubrimiento.
- Sentirte mejor… ¿Qué es eso de “sentirse mejor”? ¿Lo usarás para sentirte mejor? ¿Y cómo pretendes usar mi perdón? ¿Lo aplicarás como se aplica una pomada para el reumatismo, o lo tomarás como pastillas para el dolor de cabeza? ¿Algo así… para sentirte mejor?
- No, no… ¡Caramba que viejo obtuso eres!- gritó el preso desesperado.
- Mira, no entiendes, lo que quise decir es que por el hecho de que tú me perdones ¡Yo me sentiré mejor!
- Está bien, está bien… tranquilízate…pero mira, ¿Y si yo ya te he perdonado y tu no lo sabes? ¿Qué ocurre entonces?
- Pues… ¡Que yo seguiré sintiéndome mal porque no sabré que ya me has perdonado!
- Entonces… como podrás ver, te equivocas pidiéndome perdón a mi; “no es importante que yo te perdone” sino que lo importante es que tú sepas que yo te perdono, es decir… que “te sepas perdonado”…
- Si… si, yo tengo que saber que puedo ser perdonado, y dejar de sentirme culpable… ¡Eso es!- Por primera vez en años, el preso sonrió.
- ¿Y bien… te has dado cuenta que yo no he pronunciado aún las palabras “te perdono” y veo en tu rostro que ya te sientes mejor?
- Si, es cierto…lo lamento, no quise gritarte, ni burlarme de ti con mis carcajadas. Pero dime ¿Cómo es que ya me siento mejor?
- Porque el perdón, está… Simplemente, “está” sobre nosotros… como el sol lo está. Tan sólo hay que “tomarlo”…
- ¿No necesitaba pedirte perdón a ti?
- No, no a mí. Simplemente, sentirlo… nada más.
- Pero… ¿Y quien me perdonó a mí? Ahora me siento bien…
- Tu.
- ¿Yo?
- Si… tú te perdonaste…
- Vaya… no se que decir…- El preso comenzó a acariciarse su enmarañada cabellera.
El guardia que había seguido la conversación azorado, se acercó a la reja y tímidamente apoyó su mano sobre los hombros del preso, casi tartamudeando un nombre: “Gheorghe…”
-“¿Gheorghe?” Balbuceó el preso reconociéndose.
Ahora el silencio fue como si lo inhalaran los tres, los tres parecían alimentarse de los segundos siguientes sin hablar. Y continuó así la conversación…
-Recuerda esto: si el perdón es para ti, no importará que cuando lo pidas a tu ofendido este te oiga o no… ni siquiera importa que esté presente, pues como ya sabes… solo tú puedes obtener tu propio perdón.
Y con estas últimas palabras, el anciano cruzó la acera y retomó su tranquila marcha por el angosto callejón junto a la cárcel de Sighişoara, la más bella cuidad amurallada de Transilvania.
Cuenta el guardia, testigo de esta historia, que en ese momento, Gheorghe cayó de rodillas y se puso a llorar como un niño. Y mirando a su alrededor asombrado… por primera vez después de muchos años, notó que la puerta de su celda estaba abierta...había estado siempre abierta….
María Giacobone Carballo. COPYRIGHT 2009©