Miraba el mundo y reflexionaba.
Vio las guerras.
Gracias Thierry Lenain y Madame Vaudeville por su valioso aporte.
Publicado por María Carballo en 18:29 4 comentarios
Había una vez en Rajasthan, India, un anciano maestro que deseaba enseñar a uno de sus discípulos el secreto para vivir una vida próspera y feliz. Él pensó que la primera lección debía ser entender la razón por la cual muchas personas viven atadas a una vida de conformismo e infelicidad.
Para impartir su lección al joven, el maestro decidió que aquella tarde visitaran juntos algunos de los parajes más pobres el reino de los Marajanás . Después de mucho caminar llegaron a Mandawa, una de las zonas más olvidadas del Rajasthan, y se dispusieron a buscar la más humilde de todas las viviendas.
En una casucha agrietada y llena de insectos vivían ocho personas. El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos, todos se las arreglaban para acomodarse de cualquier manera en aquel reducido espacio.
Sus ropas viejas y remendadas, la suciedad y el mal olor que envolvía a sus cuerpos, eran la mejor prueba de la profunda miseria que ahí reinaba.
Curiosamente, en medio de este estado de penuria y pobreza total, la familia contaba con una sola posesión, extraordinaria bajo tales circunstancias, una vaca… una flacuchenta vaca cuya escasa leche proveía a la familia un poco de alimento para sobrevivir.
Y allí, acunados por la tristeza y la miseria del lugar, el maestro y su discípulo pasaron la noche. Al día siguiente, muy temprano, asegurándose de no despertar a nadie, el anciano maestro le dijo en voz baja a su discípulo: “Es hora de que aprendas la lección que nos trajo a estos parajes”.
Ante la incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo para evitarlo, súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba atada en la puerta de la vivienda.
- ¿Qué has hecho maestro? – dijo el joven susurrando para no despertar a la familia. - ¿Qué lección es ésta que deja a una familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esa pobre vaca que era su única posesión?-
Sin inmutarse por la angustia del discípulo y haciendo caso omiso a sus nefastos interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha con placida indiferencia.
Cuenta la historia que un año más tarde, el maestro sugirió al joven volver a Mandawa para ver qué había ocurrido con la familia. Después de varios días de caminata, llegaron al lejano paraje, pero sus esfuerzos por encontrar la vivienda fueron en vano. Donde se encontraba la miserable choza ahora se levantaba una moderna y cómoda vivienda. Se detuvieron por un momento para observarla a distancia, grande fue su sorpresa cuando, del interior de la casa, vieron salir al mismo hombre que un año atrás les había dado alojamiento. Sin embargo, su aspecto era totalmente distinto. Sus ojos brillaban, vestía ropas limpias, iba aseado y su amplia sonrisa mostraba que algo significativo había sucedido.
Rápidamente se dispusieron a saludarlo para averiguar qué había ocasionado tal cambio en la vida de esta familia. El hombre que ignoraba que el joven y su maestro habían sido los causantes de la muerte de la vaca les contó cómo, casualmente el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su escasa fortuna, había degollado salvajemente al pobre animal.
Por mucho tiempo, la leche que producía la vaca había sido su única fuente de sustento. Más aún, poseer este animal les había ganado el respeto de los vecinos. Sin embargo – continuó el hombre – “… aquel trágico día, nos dimos cuenta que nuestra propia supervivencia se veía amenazada sino actuábamos rápidamente, entonces decidimos limpiar el patio en la parte de atrás de la vivienda...conseguimos algunas semillas y sembramos hortalizas y legumbres para alimentarnos. Pasado algún tiempo, vimos que la improvisada granja producía mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento, así que comenzamos a venderle algunos vegetales que nos sobraban a nuestros vecinos y con esa ganancia compramos más semillas…y así se amplió nuestro negocio.”
El joven, quien escuchaba atónito la increíble historia, entendió finalmente la lección que su sabio maestro quería enseñarle…
La vaca, además de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de conformismo e infelicidad.
- “Que gran lección”, pensó el joven discípulo e inmediatamente reflexionó sobre sus propias vacas, todas las limitaciones que el mismo se había encargado de alimentar a lo largo de su vida con excusas que ni el mismo creía. Cuantos pretextos y disculpas para no vivir la vida que quería vivir…cuantas falsas seguridades… Indudablemente ese día marcaba el comienzo de una nueva vida, ¡Una vida libre de vacas!
Y colorín colorado, este cuento aún no se ha terminado…
“El verdadero enemigo del éxito no es el fracaso
Sino el conformismo y la mediocridad.”
Dr. Camilo Cruz
Maria Giacobone Carballo
Adaptación de "La Vaca" del Dr. Camilo Cruz.
Descarga gratuita del libro:http://www.landcabtrading.com/libros/lavaca.pdf
Publicado por María Carballo en 15:54 14 comentarios
Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, en lejanas tierras de Europa Oriental un hombre muy poderoso llamado Miroslav Grudzinski, quien había llegado a su madurez sin haber contraído matrimonio. Lo cierto es que ya estaba llegando a los cincuenta años y le costaba dejar los deleites de la libertad y la buena vida, pero le preocupaba que su fortuna se diluyera al no dejar descendencia.
Después de mucho reflexionar consultó a sus administradores, a su astrólogo y a su pitonisa, quienes no tardaron en encontrarle la que parecía la esposa ideal, Irina Kusanovic. La elegida tenía poco más de veinte años, bella, delicada y culta. La pareja sintió una gran atracción mutua y el matrimonio se celebró casi inmediatamente con las pompas y circunstancias que el protocolo requería.
Pasado el entusiasmo inicial, con la rutina de la vida matrimonial y su bella esposa dedicada al cuidado de su primogénito recién nacido, Miroslav volvió a las andadas de soltero. Sus ausencias y retardos provocaban largas riñas matrimoniales de las que el hombre salía airoso a costa de nuevas promesas y fastuosos regalos, entre ellos la construcción de un pabellón especial para la joven esposa, quien argumentó la necesidad de un lugar totalmente privado, donde poder descansar en completa soledad de las exigencias familiares y sociales.
Pero las salidas y las eternas discusiones siguieron repitiéndose. Con el afán de retener a su esposo en casa, la mujer hizo traer desde Flandes a un afamado pintor ante quien la novel familia posó por horas, y luego cada uno por separado, a fin de obtener sus retratos para la flamante galería familiar. Una vez terminado su retrato, el esposo se desentendió del resto y volvió a sus ocupaciones.
La desdichada esposa solía encerrarse por horas en su reducto privado, un sitio en el rincón más alejado del jardín del que solamente ella tenía la llave. Claro que como sucede con toda persona infiel, las escapadas de su esposa al pabellón privado comenzaron a despertarle celos y sospechas al astuto Miroslav. El hombre se mostró cada vez más inquieto por las actividades de su mujer, a quien comenzó a acechar y vigilar. Para colmo, uno de los sirvientes que le servia de espía le dijo que había escuchado a Irina hablando en voz alta, a veces discutiendo con alguien, otras reclamando entre sollozos. Aquello sacó de quicio a Miroslav Grudzinski, quien tras imaginar toda clase de aventuras extramatrimoniales, redobló la guardia a su mujer. Luego de fingir una salida, cuando Irina se encontraba en su refugio privado, Miroslav volvió sigiloso, y pegó la oreja a la puerta.
Paralizado de ira, escuchó como su joven esposa decía algo entre sollozos, el enojo de Irina era evidente pero las palabras no eran muy claras. Al escuchar una risa entrecortada y el chasquido de un beso, ciego de celos, el marido despechado, comenzó a patear la puerta del pabellón, gritando todo tipo de insultos y amenazas. Los murmullos cesaron inmediatamente. Tras un breve silencio, la mujer apareció cerrando la puerta a sus espaldas, y colgándose la llave del cuello.
- ¡Me deshonras!- gritó el marido. ¿Con quién estas? ¿Cómo entró?
- Más deshonra es la mía. Tú sales fuera a verte con tus amantes mientras yo no cruzo estos muros. ¿Qué es lo que imaginas?
- Quiero la llave o entraré por la fuerza – dijo el hombre. Aquel inequívoco recuerdo del sonido de un beso, lo enfurecía cada vez más.
- No hace falta que uses ni tu fuerza ni tu astucia para vigilarme, puedo darte la llave, todo lo que tengo, sacando nuestro hijo, esta ahí dentro.
Irina Kusanovic le entregó la llave y se alejó llorando hacia la casa. Miroslav Grudzinski, sacó su espada y abrió la puerta. En la habitación no había más que un viejo sillón, algunos libros y unas flores frescas bajo un icono bizantino. Su mirada desesperada se topó con la de su rival. En la pared del fondo, mirándolo en silencio: Él mismo en su propio retrato.
María Giacobone Carballo
Adaptación libre del cuento “El Pabellón Secreto” de Abel Pohulanik.
Publicado por María Carballo en 11:43 13 comentarios
Había una vez un hombre que vivía preso en una lúgubre cárcel de Sighişoara, Rumania. No sabía su nombre, Grasu (Gordo) lo llamaba el guardia. No recordaba quién lo había condenado, ni porqué lo habían encerrado. No tenía más compañía que unas nauseabundas ratas a las cuales alimentaba con mendrugos de pan. Se pasaba el día entero mirando al exterior a través de una pequeña ventana enrejada que había en su celda. Cada vez que veía pasar a alguien al otro lado, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día, vencido por la curiosidad, le preguntó al preso:
-Dime Grasu, ¿A qué se deben esas carcajadas día tras día?
El preso contestó arrogante:
- ¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que están ahí. ¿No ves que no se dan cuenta que están presos detrás de estas rejas? Los perdono…porque no saben lo que hacen… Su ignorancia es un gran antídoto contra el sufrimiento. Y volvió a soltar una gran carcajada, entremezclada con gritos de “¡Perdón!” Tan fuerte río, que su risa llegó a un anciano que caminaba tranquilamente por la acera junto a la antigua cárcel.
El anciano levantó la vista y viendo al preso encaramado a las rejas dijo:
- ¿Quieres que te perdone? ¿Yo? Veras… no hace falta.
- Si, ¡Si hace falta! Lo necesito… - contestó el preso confundido, sin saber ya si tenia que perdonar o ser perdonado…
- Ya veo… Lo necesitas, te hace falta… ¡Bien pues! Pero dime antes: si yo te doy mi perdón… ¿Qué harás tú con él?
- Que… ¿Qué haré con él? Ay, no se, ¡Qué pregunta! – Hacía tanto tiempo que el preso no se cuestionaba nada…
- ¿No sabes que harás con mi perdón?
- Bueno… no lo sé… no. ¿Qué se puede hacer? No sé… ¡Yo solo quiero que me perdones! Aulló desesperado.
El anciano quedó en silencio un instante, esperando más del preso quien, empujado por su silencio, continuó protestando muy ofendido…
- ¿Es que quieres humillarme haciéndome rogarte que me perdones?
- Bueno… en principio, si te sientes humillado por pedirme perdón un par de veces… será que aún no estás preparado para llevarte un tesoro tan grande.
- A ver… exactamente ¿Que debería yo hacer para que me perdonaras?- El preso estaba cansado… No había sostenido una charla tan larga en años… - ¿Qué se puede hacer con un perdón?-
- No sé… dímelo tú, que eres quien lo pide. Para algo será… algo querrás hacer “con lo que pides”, sino… ¿Para qué lo pides? ¿Entiendes?
- La verdad, no. No entiendo toda esta conversación en absoluto.
- Tú, eres el que quiere algo que no sabe para que lo quiere…. ¿Te parece eso más fácil de entender?
Ahora, el silencio fue diferente… parecía como si ambos estuvieran acercándose por primera vez desde el comienzo de esta absurda conversación. Finalmente, el que pedía perdón estaba viendo que la postura más incomprensible era la suya propia…
- Está bien, lo que haré con ello es: sentirme mejor- el preso se sorprendió de su propio descubrimiento.
- Sentirte mejor… ¿Qué es eso de “sentirse mejor”? ¿Lo usarás para sentirte mejor? ¿Y cómo pretendes usar mi perdón? ¿Lo aplicarás como se aplica una pomada para el reumatismo, o lo tomarás como pastillas para el dolor de cabeza? ¿Algo así… para sentirte mejor?
- No, no… ¡Caramba que viejo obtuso eres!- gritó el preso desesperado.
- Mira, no entiendes, lo que quise decir es que por el hecho de que tú me perdones ¡Yo me sentiré mejor!
- Está bien, está bien… tranquilízate…pero mira, ¿Y si yo ya te he perdonado y tu no lo sabes? ¿Qué ocurre entonces?
- Pues… ¡Que yo seguiré sintiéndome mal porque no sabré que ya me has perdonado!
- Entonces… como podrás ver, te equivocas pidiéndome perdón a mi; “no es importante que yo te perdone” sino que lo importante es que tú sepas que yo te perdono, es decir… que “te sepas perdonado”…
- Si… si, yo tengo que saber que puedo ser perdonado, y dejar de sentirme culpable… ¡Eso es!- Por primera vez en años, el preso sonrió.
- ¿Y bien… te has dado cuenta que yo no he pronunciado aún las palabras “te perdono” y veo en tu rostro que ya te sientes mejor?
- Si, es cierto…lo lamento, no quise gritarte, ni burlarme de ti con mis carcajadas. Pero dime ¿Cómo es que ya me siento mejor?
- Porque el perdón, está… Simplemente, “está” sobre nosotros… como el sol lo está. Tan sólo hay que “tomarlo”…
- ¿No necesitaba pedirte perdón a ti?
- No, no a mí. Simplemente, sentirlo… nada más.
- Pero… ¿Y quien me perdonó a mí? Ahora me siento bien…
- Tu.
- ¿Yo?
- Si… tú te perdonaste…
- Vaya… no se que decir…- El preso comenzó a acariciarse su enmarañada cabellera.
El guardia que había seguido la conversación azorado, se acercó a la reja y tímidamente apoyó su mano sobre los hombros del preso, casi tartamudeando un nombre: “Gheorghe…”
-“¿Gheorghe?” Balbuceó el preso reconociéndose.
Ahora el silencio fue como si lo inhalaran los tres, los tres parecían alimentarse de los segundos siguientes sin hablar. Y continuó así la conversación…
-Recuerda esto: si el perdón es para ti, no importará que cuando lo pidas a tu ofendido este te oiga o no… ni siquiera importa que esté presente, pues como ya sabes… solo tú puedes obtener tu propio perdón.
Y con estas últimas palabras, el anciano cruzó la acera y retomó su tranquila marcha por el angosto callejón junto a la cárcel de Sighişoara, la más bella cuidad amurallada de Transilvania.
Cuenta el guardia, testigo de esta historia, que en ese momento, Gheorghe cayó de rodillas y se puso a llorar como un niño. Y mirando a su alrededor asombrado… por primera vez después de muchos años, notó que la puerta de su celda estaba abierta...había estado siempre abierta….
María Giacobone Carballo. COPYRIGHT 2009©
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Ha muerto Narciso anuncian los pájaros. Lloran los bosques y las ninfas. “Ya no habrá un ser mas bello sobre la Tierra,” lamentan las mariposas. Pero el que más llora es el estanque donde cada día se miraba, tanta es su tristeza que sus dulces aguas son ahora saladas como las lágrimas, y como el profundo mar…
- Te entendemos sollozan las ninfas, soltándose los cabellos para acariciar el remanso mientras entonan cánticos de consuelo-
¡Era tan hermoso!
- ¿Lo era?- gime el estanque con asombro.
- Nadie como tú puede ser más fiel testigo. Recostado a tu lado pudo mirarse en tus aguas que reflejaban su belleza. ¡Quién hubiera podido tenerlo tan cerca!
- Lo amaba, sí. Lloro su ausencia: cuando se inclinaba hacia mí podía ver en sus ojos el reflejo de mi propia hermosura. Luz de mis ojos… ¿En quién me proyectaré ahora?
"Todas las mañanas el astro del mundo
Cuando se levanta reflejándose en las ondas
Cree muy asombrado ver otro sol."
Tristan L'Hermite
Adaptación de “El discípulo” de Oscar Wilde.
Imagen: "Narciso" Carmen Giraldez.
María Giacobone Carballo
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Me llamó la atención él, por su forma de mirarla, como si no fuese una desconocida que veía por vez primera, pero así era. Él había subido en la misma estación que yo y estaba solo. Recién en la siguiente parada, ella entró al autobús y no se percató de su presencia, pese a que se sentó junto a él. Después, sacó de la mochila un dossier de ilustraciones. Él, como ya dije, la miraba, como si evocase un centenar de momentos compartidos: el otoño en que la lluvia los llevó a refugiarse en el mismo lugar, la excusa para hablarle, un número de teléfono, los días de dudas, la timidez de él para invitarla a salir, los silencios de ella para retrasar la cita, el recital en el que coincidieron, el beso, los besos, las confesiones, los descubrimientos, cenas de dos, reuniones, compromisos, el compromiso, hijos y deseos de seguir soñando. ¿Y si únicamente le recordase a un antiguo amor? O quizá, sin aguzar tanto la memoria, ella era la silueta vacía de sus anhelos, de esa ilusión latente que lo mantuvo despierto, de un desenlace feliz que ya había vivido durante cada noche de insomnio.
Yo no tenía pensado tomar un autobús, ella tampoco. Afuera había dejado de llover. Le pregunté si las ilustraciones eran suyas.
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“Esta es la historia de dos almas que llegan al mismo lugar y en el mismo instante se cruzan en el no-tiempo. Y se miran profundamente. Cada alma con su destino, dos vidas diferentes. Ella busca consuelo en la sabiduría del legendario renunciante, una Verdad tan antigua como las montañas, tan sutil como la brisa matutina, tan penetrante como el fuego y tan profunda como las aguas primordiales.”
Publicado por María Carballo en 14:59 19 comentarios
“Soy en verdad un viajero solitario –expresó un célebre científico en cierta ocasión-,y los ideales que han iluminado mi camino y han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la vida han sido: la belleza, la grandeza interior, la bondad y la verdad.”
Hubo poco en su niñez y juventud que presagiara las notables alturas que alcanzaría en su vida. Era tímido y callado, y rara vez se integraba a sus compañeros. En la escuela, no se distinguió, no le gustaban la mayoría de las asignaturas escolares, y además, le aburría terriblemente preparar sus lecciones. Detestaba los métodos formales y memoristas que estaban en boga en los colegios europeos de fines de siglo XIX. Por lo tanto, su paso por el bachillerato, no fue muy gratificante: la rigidez, la disciplina militar, y la cruel competencia que fomentaban los institutos de enseñanza secundaria de la época de Bismarck le granjearon no pocas polémicas con los profesores. Su ingenio excedía por mucho la sabiduría de sus maestros, lo que sólo sirvió para aumentar el resentimiento que su actitud generaba…
Una calurosa mañana estival llegó a al escuela retrasado, pedaleando contra el tiempo. El Föhn, un viento maldito, al que se lo culpaba de todo, desde los dolores de cabeza, hasta el mal humor y el letargo, lo abofeteaba en la cara y el cuerpo, intentando en vano detener su avance.
Al entrar a la clase de geometría, encontró a los estudiantes riñendo y criticándose los unos a los otros. El joven irónicamente pensó- No es la maldición del Föhn, mis compañeros siempre se ven entre sí como rivales. Cada uno trata constantemente de rebajar a los otros, de manera que solo el pueda ser el mejor de la clase.-
Como la disputa subía de tono, el joven tomó coraje y en voz alta dijo- Tengo un desafío para todos.-
El bullicio continuaba. El profesor no lograba imponer orden.
-¡TENGO UN DESAFIO PARA TODOS! –gritó, traspasando el nudo que le cerraba la garganta.
Silencio repentino.
Los estudiantes dejaron de pelear y esperaron intrigados. El joven caminó lentamente hacia el pizarrón, levantó una tiza, y dibujó una larga línea recta. Dándose vuelta hacia los estudiantes y el profesor, señaló el pizarrón y dijo: -¿Ven esta línea?
Extrañados, todos asintieron.
-Hagan esta línea más corta.- planteó.
-¡Qué insolencia mental! ¿Cómo se atreve a hablar sin que yo le conceda la palabra? Regrese a su sitio inmediatamente- ordenó el despótico profesor. Su fría mirada recorría a todos y a cada uno de los alumnos.
Desoyendo la advertencia del catedrático, varios estudiantes se lanzaron sobre el pizarrón. –Es facilísimo - , dijo un muchacho, tomando el borrador de la repisa.
-¿De qué desafío me hablas? Soy medalla de oro en la competencia anual de estado de Baviera- fanfarroneó el estudiante estrella, mientras arrebataba el borrador de la mano de su compañero.
Un tercero se abrió paso a empujones. –Esto es un juego de niños, nos presentas un reto tan tonto como tu mente –dijo, y exigió el borrador con altivez. Alcanzó el pizarrón, y cuando estaba a punto de borrar un extremo de la línea, nuestro joven amigo, ignorando el insulto que había recibido, amablemente colocó su mano en el brazo del muchacho y lo detuvo.
-¿Pueden hacer la línea más corta SIN TOCARLA? – aclaró desafiante.
El parloteo entre los jóvenes cesó. El profesor estaba desconcertado. Su alumno les proponía un reto inusual. ¿O quizás simplemente, este inadaptado estudiante, se estaba burlando de ellos? Todos los alumnos trataban de resolver el problema. ¿Cómo hacer más corta la línea sin tocarla? El profesor se devanaba los sesos. Su rostro púrpura bullía de humillación. Nadie aportaba una solución.
-Eres un fracasado, nunca llegarás a nada, como tu inútil reto, un callejón sin salida- vociferó uno de los estudiantes desde el fondo de la clase.
El joven regresó al pizarrón tranquilamente, levantó la tiza y debajo de la primera línea, dibujó una mucho más larga todavía. Viendo una expresión de asombro en el profesor y todos los estudiantes, les preguntó con una sonrisa enigmática: -¿Qué pasó con la primera línea?
-Es más corta –respondieron al unísono.
-Naturalmente… Todo es relativo… En vez de degradarse unos a otros constantemente, HAGANSE MÁS GRANDES.- afirmó.
-Su actitud quebranta el respeto que me debe como estudiante. Será estrictamente sancionado- clamó el profesor, sus ojos parecían sacar chispas.
-La única fuente de respeto del alumno por el profesor son sus cualidades humanas e intelectuales- respondió el joven.
El resto de los estudiantes escuchaban impávidos, esperando el desenlace del duelo en un completo e incómodo silencio.
-Amigos, el mismo trabajo puede realizarse por la fuerza y la compulsión, y por el ambicioso deseo de autoridad y distinción, o como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber. Nunca lo olviden.-
Con esta profunda reflexión, el talentoso joven, incapaz de adaptarse al rígido sistema escolar, se despidió de sus compañeros de clase y abandonó el Gymnasyum Luitpold de Munich para siempre.
El tiempo transcurrió, corrió la ilusión del tiempo sin cesar...
Y aunque hubo poco en su niñez y juventud que presagiara las notables alturas que alcanzaría, Albert Einstein a los 26 años de edad, en solo seis semanas, redactó su teoría particular de la relatividad, y en 1921 recibió el premio Nóbel de Física.
A partir de ese momento, este hombre sencillo cuya imagen pública era inseparable de su amado violín, su colección de pipas y sus dos magníficos mechones grises en genial desorden, fue noticia recurrente en los diarios de todo el mundo.
Pero el tímido, comprensivo y franco Albert detestaba la ostentación y las riquezas materiales, alegando –Estoy absolutamente convencido que ninguna riqueza del mundo puede ayudar a que progrese la humanidad…El mundo necesita paz permanente, grandeza interior y buena voluntad perdurable-.
El tiempo siguió transcurriendo, corrió la ilusión del tiempo sin cesar.
-La única razón para que el tiempo exista es para que no ocurra todo a la vez. No pienso nunca en el futuro porque llega muy pronto.- afirmaba Einstein.
La trayectoria del espacio-tiempo dibujó su curva relativa en la vida del físico mago de cara triste y flácida, quien sobrellevó su fama con modestia y sentido del humor.
-Papá, ¿Por qué eres tan famoso? – le preguntó un día su pequeño hijo. -La gente aplaude a mi amigo Chaplin porque lo entiende, a mí porque no me entiende. Mira, cuando un escarabajo ciego recorre la superficie del Globo, no se da cuenta que el camino que anda es curvo. Yo, por el contrario, tuve la fortuna de notarlo…Aunque nunca olvides hijo que las ideas vienen de Dios. Intenta no volverte un hombre de éxito, sino convertirte en un hombre de valor.
En 1929, cuando lo invitaron a visitar a Isabel, la Reina Madre de Bélgica, se bajó del tren y, con su cabello indicando la dirección del viento, caminó por las adoquinadas calles de Bruselas hasta el Palacio Real de Laeken, llevando una maleta y su violín, sin que nadie lo reconociera, mientras la limusina y el comité de recepción lo esperaban en la estación Bruxelles Centrale. Cuando la Reina le preguntó por qué no había usado la limusina, respondió –Majestad, era tan agradable caminar solo y en silencio por sus jardines, donde flota el sutil perfume de la más bella colección de naranjos del planeta…-
“Soy en verdad un viajero solitario- expresó Albert Einstein en una ocasión-, y los ideales que han iluminado mi camino y han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la vida han sido: a belleza, la grandeza interior, la bondad y la verdad…”
Autora: María Giacobone Carballo.
Lecciones de Grandeza. Publicado por Editorial Albatros y presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires 2007.
Publicado por María Carballo en 13:21 39 comentarios
Érase hace una vez, hace muchos, muchos años, una civilización que vivía en una gran isla en el Mediterráneo Oriental, la llamaban Kumari Kandam, y dicen las antiguas leyendas que era el Jardín del Edén.
Los habitantes de Kumari Kandam vivían en paz con ellos mismos y con la naturaleza a la que amaban y respetaban como fuente de sabiduría. El Gran Río Sagrado dividía a las isla en dos partes, el lado de Kla’ ro y el lado de Oz ku’ ro, los que convivían en perfecto equilibrio.
La isla tenía siete templos, tres en lado de Kla’ ro, tres en lado de Oz ku’ ro y en su centro, el Templo de la Paz situado en una pequeña isla llamada Shanti. Palomas blancas custodiaban este lugar sagrado, revoloteando en mágica danza a su alrededor. El Templo de la Paz tenía siete mil setecientos setenta y siete campanas de cristal de diverso tamaño y color. Su música celestial llegaba al confín de la isla en sus cuatro direcciones. Su suave tintineo vibraba en los corazones de los habitantes de ambos lados de la isla.
Lamentablemente la paz no fue eterna. El equilibrio perfecto en que vivía Kumari Kandam se rompió. Los habitantes del lado Oz ku’ ro, henchidos de vanidad y codicia, desobedecieron la Ley del Uno y la guerra entre ambos lados de la isla se declaró.
La naturaleza se enfureció…
Un terremoto sacudió la isla y una ola gigante la sepultó en las profundidades del Mediterráneo Oriental. Junto con ella se hundieron el Templo de la Paz, las palomas blancas y las campanas de cristal…
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En la actual Gaza, más de la mitad de la población son niños. Victimas silenciosas que vieron a miembros de sus familias o a vecinos ser heridos o asesinados.
Jemina, como tantas otras niñas palestinas, sobrevivió a las explosiones que provocaron la muerte de su familia. Solo su abuelo se salvó. El anciano Shelomo, narrador de historias y guardián de la memoria. “Las historias nos ayudan a encontrar el sentido de la vida…”, repetía en forma de ritual antes de comenzar cada relato, “…nos muestran nuestro lugar en el corazón de del misterio”.
Fue el abuelo Shem, quién contó a la pequeña Jemina la leyenda del Templo de la Paz cuando ella era aún más niña. Jemina, en medio de su desolación, recordó la leyenda y se aferró a ella como una línea de vida. Durante mucho tiempo se sentó en la playa de Beit-Lahíe intentando escuchar las campanas con todo su corazón. Un corazón congelado.
Jemina perseveró día tras día, pero lo único que podía oír era el rugir de los helicópteros, el traqueteo de los carros de combate y los disparos de los proyectiles. El fragor de la guerra impactaba en sus oídos, aniquilando todas sus ilusiones…
Durante días enteros se sentó en la playa. Jemina hacía todo lo que podía para aislarse del infierno que la rodeaba, pero nada funcionaba.
Cuando se sentía desanimada acudía a su abuelo y lo escuchaba contar una vez más la maravillosa leyenda. Una chispa de esperanza entibiaba su alma, pero al regresar a la playa todo era igual.
Y fue así que aun cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas del templo, Jemina, sin notarlo, comenzó a cambiar su actitud hacia el mundo que la rodeaba… De tanto oír el ruido de los helicópteros, ya no se dejaba distraer por ellos. Es más, el sonido del mar era cada vez más audible, ahogando con él el clamor de la guerra. Con el tiempo comenzó a percibir los graznidos de las gaviotas, el murmullo de las olas rompiendo en la orilla y el viento meciendo las hojas de las palmeras. Nada la distraía, pero Jemina, decepcionada, seguía sin escuchar las campanas del templo sumergido.
Y su desilusión creció de tal manera que finalmente decidió abandonar la búsqueda del Templo de la Paz. “Es imposible que un Templo de la Paz haya existido frente a este campo de batalla. La leyenda es una gran mentira”.
La niña regresó a la playa una vez más para contarle al mar, al viento y a las gaviotas, que había abandonado su búsqueda. Ese día, como ya no estaba ansiosa por escuchar las campanas, pudo admirar la belleza del canto de las gaviotas y el arrullo del mar. Se sintió tan complacida que se recostó sobre la arena tibia, simplemente para disfrutar del momento. Por primera vez no trató de aislar el sonido del mar. Dejó que el canto de las olas la acariciara, la acunara. Escuchó a lo lejos el aletear de un helicóptero y agradeció estar viva. Su ser entero se llenó de agradecimiento. Su corazón se sumergió en las profundidades del sonido del mar, todo era paz, no podía decir de dónde venía. Y así, en comunión con el mar, escuchó el burbujear de una campanita, luego…
Siete campanitas tintinearon más fuerte…
Setenta y siete fuertes campanas se deslizaron por las olas…
En un maravilloso acorde, las siete mil setecientos setenta y siete campanas del Templo de la Paz reverberaron en el corazón del Jemina, la niña que había aprendido a contemplar el mundo a través de los ojos del alma.
Ensamblándose al sinfónico tañir de las campanas de cristal, Jemina sintió la voz de su abuelo que la llamaba, y las risas de sus amigas en la playa… el ruido de los carros de combate y el silbido de los misiles.
Una bandada de palomas blancas cubrió el sol por un instante.
Jemina se sintió llena de esperanza.
Sabía que en este mundo lleno de contradicciones…
La Paz es Posible.
“Si nuestras voces tintinean a Paz, porqué no gritamos.”
Ynarud (Adictos al Verso)
Autora: María Giacobone Carballo
EL TEMPLO DE LA PAZ .Premiado en Concurso Internacional “Canto a la Paz: Homenaje a Mahatma Ghandi.” Ed. Pegasso 2006. Publicado en antología homónima.
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Maria Giacobone Carballo
Adaptación de "La Vaca" del Dr. Camilo Cruz.
Descarga gratuita del libro:http://www.landcabtrading.com/libros/lavaca.pdf
“Soy en verdad un viajero solitario- expresó Albert Einstein en una ocasión-, y los ideales que han iluminado mi camino y han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la vida han sido: a belleza, la grandeza interior, la bondad y la verdad…”
Autora: María Giacobone Carballo.
Lecciones de Grandeza. Publicado por Editorial Albatros y presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires 2007.